31 de enero de 2013



Gusztáv Herczeg fue un niño flácido y débil pero con una temprana y desbordante habilidad para la imitación que le hizo muy popular en Homrogd, el pequeño pueblecito que le vio nacer. Según cuentan, su madre descubrió tal asombro cuando en una tarde de invierno, con apenas cuatro años de edad, Gusztáv imitó simultáneamente los movimientos de su abuela mientras ésta arreglaba un jersey de lana en el salón de la vivienda familiar. Poco a poco todos se fueron dando cuenta que bastaba con que estuviese unos minutos ante cualquier persona para que después reprodujese todos sus gestos y tics con una insólita precisión. Sin embargo, lo que empezó casi como un juego de niños se convirtió después en una exitosa carrera artística que le hizo recorrer los principales escenarios húngaros. Pero Gusztáv se impuso llevar el arte de la imitación hacia otras dimensiones, aunque era consciente de que, para mantener su estatus, debía seguir representando los números que le solicitaba su entusiasmado público, aquellos en los que imitaba a políticos y figuras muy conocidas de su país. Sea como fuere, con el paso de los años y transformándose en tantas personalidades, llegó un momento en el que Gusztáv no pudo discernir cuál de ellas era su yo real. No hay muchos más datos sobre su vida, salvo un único documento gráfico que apareció entre las páginas del diario del Dr. Laszló Kádár, el director del sanatorio mental de Öcsöd donde Gusztav pasó sus últimos años. Al parecer, según los escritos del psiquiatra, se hallaba preparando el número que para él debía ser su obra maestra. Una imitación de la célebre carga de la Brigada Ligera de la caballería británica en la Batalla de Balaclava, y que dejó inconclusa debido a su frágil salud.

· Fondo musical para acompañar la lectura:  William Stromberg conducts The charge of the Light Brigade (Max Steiner) (https://www.youtube.com/watch?v=-Dw99l86FQQ)