9 de enero de 2013



El tío Averell fue una verdadera calamidad desde sus tiempos del colegio. Algo a lo que se unió su temprana fama de juerguista y que él mismo pareció encargarse de acrecentar durante su juventud. El abuelo, que era un modesto tendero de Norwich, hizo lo imposible por reconducir a su hijo, lo que le costó algunas amistades, ya que aquel duraba muy poco en los diversos puestos de trabajo que desempeñó. Pero el tío Averell tenía un gran sentido del humor así como una gran capacidad para la ensoñación porque, pensaba, todo era cuestión de tener una gran idea y sacarle después el mayor beneficio posible y en la menor brevedad de tiempo. Un soñador, decía la abuela. Pero su imaginación no fue lo que se dice demasiado desmesurada, aunque él tampoco era consciente de ello. Por eso se dedicó a pergeñar infinidad de ideas, todas ellas peregrinas según mamá, para el Libro Guinness de los records. Nunca dieron los resultados deseados y, sin embargo, aún recuerdo aquella, cuando se bebío de un sorbo una botella de vodka con una pajita haciendo el pino.

· Fondo musical para acompañar la lectura: George Formby - With my little ukelele in my hand (http://www.youtube.com/watch?v=UxDeWddQocg)