29 de enero de 2013



La tía Brigitte me contaba que el tío Hyacinthe fue un joven muy apuesto que exhalaba tal encanto, que no había chica que se diese la vuelta cuando él pasaba ante ella. Yo pensaba que la tía era un poco exageraba, ya que sabía por mi madre que el tío fue un niño mimado. De hecho, era el único varón que tuvieron los abuelos después de cuatro hijas. Sin embargo había algo en él que me fascinaba a pesar de que había muerto hacía muchos años. No lo podía evitar y seguí con mis indagaciones. Descubrí que sólo tuvo dos vocaciones en su vida, teniendo que abandonar una de ellas a causa de su falta de aptitudes. Pero que en la otra, al parecer, se reveló como un auténtico virtuoso hasta el final de sus días, aunque en sus últimos años los achaques disminuyeron ligeramente su intensa actividad. Según dicen, el tío Hyacinthe no se amedrentó por ello y, gracias a su inteligencia, supo combinar ambas pasiones. Porque el tío quiso ser cantante y seductor. Es por ello que siempre acudía a las citas cargado con su radio de válvulas portátil. Y después, en apartados rincones del parque Monceau, encendía el aparato e iniciaba el arte de la conquista con unas cuantas imitaciones de algunos cantantes, los que pusiesen en esos momentos por la radio. Lo que, por otro lado, le convirtió con el tiempo y sin quererlo en uno de los más reputados expertos musicales de París.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Julien Peyronnin & Pierre Daragon - Si tu reviens (https://www.youtube.com/watch?v=f1EMDvv0Zv8https://www.youtube.com/watch?v=f1EMDvv0Zv8).