2 de diciembre de 2016




El más alto y quien parece un paréntesis es Anatoli Sergéevich Nikolaev, un ser propenso a emocionarse con cualquier nadería que sucediese ante su cara. El otro es Kazimir Ivanovich Petrov que era un poco bruto ya que lo único que había visto en su vida era el campo que araba en el tractor de su padre. Y luego yo, Vitali Arkádievich Bogomolov, hijo del sastre de Lemtybozh, el pueblo a pie de los Urales que nos vio nacer a los tres, porque nos conocíamos desde la infancia. Eran mis mejores amigos. Y nos alistamos en la marina. Queríamos ver mundo, conocer otros países, otras gentes. Fue una experiencia única. Sobre todo cuando vimos en una ciudad inglesa a un cosaco vestido de rojo con un extraño sombrero de astracán que poco se parecía al nuestro. Y al servicio de una reina. Y además, lo que fue aún más indignante, es que era nuestro camarada Mikhail, quien se hacía llamar con un ridículo nombre, algo así como Michael, quien, muy estirado y con cierta arrogancia, después de hacer varias bobadas con su fusil que dejaban a los demás boquiabiertos, nos confesó en voz baja que en Londres, al menos, no pasaba tanto frío.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Red Army Choir - Polyushko polye

18 de noviembre de 2016



A medida que se acercaba el momento mi corazón se aceleraba. Estaba a punto de hacerse realidad lo que tanto había perseguido tras una vida dedicada a la investigación y que tantas noches me hizo pasar en vela. Un hito, pensaba, que podría significar un paso importante para la ciencia. Con ese constante cosquilleo en el vientre, mi cabeza disparaba pensamientos como una ametralladora durante mi espera que, según pasaban los minutos, se me hacía cada vez más eterna. Y aún así, entre pensamiento y pensamiento, volvía a la realidad, hasta que en un momento dado, ahí, en mi puesto, oí un ruido. Impaciente, nervioso, con las manos temblorosas, cogí la cámara fotográfica y puse en marcha el magnetofón. Y aparecieron. No mostraron recelos cuando me vieron. Me acerqué, despacio, y comencé a hablar, despacio. Ellos me respondieron, también despacio. Pero mi agitación llegó al culmen cuando nos dimos la mano. Había conseguido el tan ansiado contacto. Luego ellos se fueron, como si no hubiera pasado nada. Y fue en ese instante cuando caí en cuenta que no vi su nave. Ni tan siquiera la oí. Y me asaltó una duda que, después de tantos años, aún me sigue rondando en la cabeza: ¿como llegaron hasta aquí, la Tierra?

· Fondo musical para acompañar la lectura: György Ligeti - Lux aeterna (1966)

11 de noviembre de 2016




Aún no he visto el límite, el final, la meta. Tampoco obstáculos que detengan mi paso a lo largo de este espacio infinito que atravieso en un viaje en el que todavía no sé qué encontraré. Ni siquiera sé si existe un camino de regreso, si me quedaré en la evanescencia en la que me he hallo. Es extraño. También excitante, sobre todo en aquellos instantes cuando me asomo por algunos resquicios que aparecen durante mi itinerario y veo figuras en la penumbra, siluetas a contraluz, sentadas todas ellas, quietas, observándome, casi sin pestañear. Pero no me detengo mucho tiempo y sigo. Sé que he llevado mi investigación hasta el extremo. Quizá un extremo absurdo, sin sentido. Ideas que pronto se solapan con ese sentimiento de que estoy cada vez más cerca de hallar la esencia. Incluso a veces creo que me he convertido en parte de esa esencia. La esencia de la imagen.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Vangelis - Entends-tu les chiens aboyer?

4 de noviembre de 2016



Hubo un momento en que la situación llegó al límite de la locura. El bloqueo creativo que sufría me llevó a acumular frases sin sentido, párrafos sueltos que al final no iban a ningún lado, palabras en las que por unos instantes creí hallar una idea de partida pero que luego acababa desechando. Había ratos en que, sentado ante la máquina de escribir, mirando al techo con las manos puestas sobre la nuca y con la silla inclinada levemente hacia atrás, pensaba que quizá tampoco era importante porque el mundo seguiría girando y nadie se acordaría de mi acto supremo. Y entraba en una especie de duermevela en el que me dejaba llevar por mi imaginación, hasta que el celador golpeaba la puerta de mi habitación para traerme la cena. Y entonces, de vuelta a la realidad, me decía que sería imposible reproducir todo aquello que viví como acusado mientras observaba por mi ventana al fiscal, a los abogados y al juez como se divertían en el jardín del sanatorio mental donde nos recluyeron a todos. · Fondo musical para acompañar la lectura: Paul Whiteman - An orange grove in California

18 de octubre de 2016




Una vez más, ese sentimiento de angustia, que tantos desvelos nos generaba en las noches previas a un nuevo desembarco, volvió a surgir aquel amanecer cuando, tras el toque de diana, nos apresuramos a formar en cubierta. Y allí, erguidos, escuchábamos otra vez el vehemente discurso del capitán quien, exagerando sus gesticulaciones, volvía a hablar sobre el glorioso destino que nos aguardaba en la orilla. Aún recuerdo los temblores, y los sudores fríos que sentíamos al descender a los botes, y la inquietud que paulatinamente se transformaba en miedo al aproximarnos a la playa. Volvíamos a enfrentarnos otra vez al horror. Pero no al del derramamiento de sangre, al de los cuerpos desmembrados, al de los gritos de dolor. Sino al horror de la vergüenza que sentíamos ante todas aquellas distinguidas damas que disimulaban sus risitas tapándose con sus parasoles, las chanzas de los señoritos trajeados, las miradas de los viejos que no daban crédito a lo que veían desde el paseo de la playa o las burlas de los niños en la arena mientras portábamos en brazos a los oficiales que no querían estropear sus uniformes porque era su día de permiso.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Fred Bird & the Salon Symphonie Jazzband - Stampede.

5 de julio de 2016



Fue algo que surgió de manera espontánea. Aunque no nos pudimos imaginar que aquella ingenua nadería de un grupo de amigos que tan solo pretendían pasar una noche de diversión en un pequeño piso de estudiantes, generaría tal expectación. El enfado del vecindario por el ruido que causamos, junto con la posterior presencia de la policía, no hicieron más que acrecentar una menudencia que entre unos y otros tergiversaron desde el primer instante. Pero el caso es que nos atribuyeron unos hechos que en realidad eran absurdos. Sin embargo, por no soliviantar más los ánimos, que estaban demasiado calientes, preferimos dejar que los acontecimientos fluyesen de forma natural, aún siendo conscientes de la estupefacción creada, porque muchos fueron los que pensaron que éramos la reencarnación del verdadero espíritu revolucionario, a pesar de nuestros esfuerzos por convencerles de que nuestro amigo Jeff no era Emiliano Zapata, ya que ni tenía bigote y, ni mucho menos, poseía parecido alguno con Marlon Brando.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Carlos Chávez (1899-1978) - Sinfonía nº 2, "Sinfonía india" (1935-36).

10 de junio de 2016




No pude contener las lágrimas de emoción cuando, ya adolescente, mi padre me contó la verdad sobre el estigma que sufrió nuestra familia a causa del acto heroico al que se vio abocado mi abuelo. Era una cuestión de estado, pero los míos callaron lo poco que sabían aun siendo conscientes de que serían víctimas de malinterpretaciones y habladurías. Mi abuelo nunca destacó en nada. Mas bien fue un hombre que pasaba desapercibido allá por donde iba. Su físico era tan corriente que le proporcionaba una especie de invisibilidad. Algo en lo que se fijó un superior cuando fue llamado a filas, en plena guerra. Por lo que le embarcaron en una peligrosa misión de espionaje, enviándole al corazón del Imperio del Sol Naciente, a una casa de citas donde se reunían algunos miembros del Estado Mayor. Pero fracasó. Fue descubierto y hecho prisionero. Tras décadas de lucha contra el mutismo oficial, mi padre consiguió averiguar algo, aunque muy poco, sobre el destino del abuelo quien, al parecer, en su ingenuidad no reparó en afeitarse el bigote.

· Fondo musical para acompañar la lectura: japanese song, female vocale, late 1920's

9 de junio de 2016



Tras una larga vida entregada a la investigación, el afamado parapsicólogo Edwyn C. Gardiner no pudo dar crédito al fenómeno que presenció cuando Evangeline Swindlehurst entró en trance aquella tarde de un frío invierno de 1889. La joven, que vivía en un pequeña localidad del condado de Yorkshire, tenía poderes paranormales que para muchas gentes del lugar eran al parecer una suerte de iluminaciones que predecían el futuro. Gardiner, sin salir de su asombro, creyó que aquello podría abrir una nueva puerta a otra dimensión que permitiría un mayor conocimiento sobre la existencia humana. Pero las diversas instituciones académicas y científicas vieron en todo aquello un burdo montaje, por lo que el asunto se acalló de tal manera que, tanto la figura de Gardiner como los testimonios, los estudios y los documentos que atestiguaban los hechos desaparecieron en extrañas circunstancias. Hasta que el 24 de marzo de 2010, en un congreso organizado por la universidad de Wildpeaks, el profesor Andrew F. Wheelock reveló que había hallado una antigua imagen que probaba la falsedad de un hito de la ciencia, que Edison no fue el inventor la lámpara incandescente. · Fondo musical para acompañar la lectura: Marie Lloyd - Every little movement has a meaning of it's own.

3 de junio de 2016




Las cosas se pusieron de aquella manera. Pero ¿qué podía hacer? La situación era extremadamente delicada. Tuve que hacerlo porque, aunque él me inquietó por su aspecto, hubo un momento que me pareció una eternidad, en el que sentí un cierto temor. Incluso hasta pánico. Pero tuve que hacer como si todo eso fuese algo normal. Al fin y al cabo había muchos ojos observándonos. Algunos con cámaras fotográficas. Y comencé a transpirar. Hubo instantes que me sentí perdido en esa amalgama de sentimientos encontrados que recorrieron mi interior. No era dueño de mis actos. Y aun así, traté de mantener la compostura. Sobre todo cuando me hicieron estrechar la mano de ese ser que, según supe después, despertaba en los demás una gran expectación. Hasta que fui consciente de que mi mirada me delataba. Pero logré salvar la situación esbozando mi mejor sonrisa, a pesar de que me pareció muy raro que me pusiesen junto a un tipo con una enorme mata de pelo al lado de cada una de sus orejas.


· Fondo musical para acompañar la lectura: Shin Joong Hyun - Hiky shin, 1958

1 de junio de 2016



Cuando los días comenzaron a ser más largos, aquella tarde nos reunimos en la playa para dar rienda suelta a nuestras locuras. Quizá por la llegada del buen tiempo después de un largo y frío invierno, ese día nos dejamos llevar por un súbito arrebato que me resulta dificil explicar. También porque éramos conscientes de que las vacaciones estaban muy cerca. Sé que más de uno, ahora, en estos instantes, mientras lee estas palabras y contempla la imagen, puede estar pensando en algún hecho sorprendente que nos ocurrió. Imaginen lo que deseen. Tienen toda la libertad para hacerlo. Pero más allá de sacarles una leve sonrisa y sin intención alguna de defraudar sus expectativas, poco más les puedo decir, salvo que fue un acto reflejo. Había que tapar el bañador tan horroroso que aquella misma tarde había adquirido mi amigo Paul.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Les Paul & Mary Ford - The world is waiting for the sunrise

25 de mayo de 2016




No les puedo mostrar imagen alguna de mi aspecto porque, por discreción, siempre traté de pasar desapercibido ante los demás, de evitar incluso las cámaras fotográficas. Tampoco es que poseyese un físico que llamase la atención, pero mi trabajo como vendedor de lavadoras hizo que desarrollase un don, un aura, un gracejo que me proporcionaron con el tiempo un enorme éxito social que, como es lógico, aproveché hasta las últimas consecuencias sin prever que estás se me irían de las manos llevándome a un trágico final. Era algo que no podía evitar, algo intrínseco en mi ser, en mi propia naturaleza. A todas las amé. Pero solo hubo cuatro de ellas que no lo entendieron así. · Fondo musical para acompañar la lectura: Sonny Boy Williamson - Bye bye bird

20 de mayo de 2016




Sabía que su invento iba a significar un giro radical en una sociedad cada vez más influenciada por las tendencias que dictaba la publicidad, haciendo que muchas jóvenes comenzaran a soñar con tener un cuerpo estilizado, al igual que esas modelos que salían en las revistas. Como también tenía la fuerte convicción de que iba a mejorar muchas vidas, desde la sufrida ama de casa hasta la dama de la alta aristocracia. Pero poco duró la satisfacción del profesor Godfrey Edensor Middlemast, ya que Edwina Morris, la joven que se prestó voluntaria para la prueba, desató un escándalo a nivel nacional al revelar ante los medios que aquel artefacto tenía deficiencias, calificándola de ser un auténtico fiasco. Porque ella, que no era demasiado agraciada, no solo se quedó igual que siempre, sino que vio, atónita, que el resultado del experimento fue un duplicado de si misma pero mucho más atractiva, con un estilo más moderno y además con un gran sentido del humor.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Ames Brothers - Rag mop.

18 de mayo de 2016




Fueron muchos los que no dieron crédito al descubrir que Cyril Bruckman tenía un lado oscuro cuando aquel día las autoridades policiales se lo llevaron esposado. Cyril, el chico enclenque de voz atiplada, tímido, ingenuo, algo torpe y con no demasiadas luces había intentado atracar minutos antes una pequeña oficina bancaria. Durante el juicio, con su anciana madre, siempre tan protectora, implorando con lágrimas en sus ojos que su vástago era incapaz de matar a una mosca, se supo que el asalto se frustró a causa de su peculiar tono voz y de un error de cálculo en el diseño de su capucha que le impedía apenas mover las manos, haciendo que los pocos clientes que se hallaban en el establecimiento pensasen que se trataba de una broma. Hecho que convirtió a Cyril en el delincuente con la carrera delictiva más breve de la historia ya que ésta no llegó a sobrepasar los quince minutos de duración.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Earl Hines - Ugly child

6 de mayo de 2016




Yo siempre estaba ahí, observándola. Confieso que me dejó subyugado desde el primer momento en que la vi. Esa mirada huidiza, ese cuerpo frágil que se movía como si estuviese siguiendo la coreografía de un ballet. Pero sabía que no podía emocionarme, que debía de dominar mis sentimientos. Sólo que, a pesar de ello, en los sucesivos encuentros que tuve con ella no pude dominar el estremecimiento que, como una mecha, incendiaba mis entrañas provocándome una especie de nerviosismo, de cosquilleo en el vientre que, luego, al caer la noche, me impedía dormir. Y aún así, gracias a mis denodados esfuerzos por controlar mis emociones, nunca le dirigí la palabra. Me mantuve firme, en la distancia, aunque he de confesar que, pese a mi extremada contención, por mi mente desfilaron un sinfín de pensamientos, casi siempre desaforados. Y por qué no decirlo, con una elevada carga sexual. Pero yo era un profesional. Tenía que seguirla para averiguar si ella tenía un amante, porque soy detective privado. · Fondo musical para acompañar la lectura: Roland Kirk - Ruined castles (1964)

29 de abril de 2016




Lo has visto. Lo ves ahora. Sí, mi texto. No te inquietes. Sé que algo te pasa que no puedes evitar. Lo has acertado, tu curiosidad. Sé que ahora miras la fotografía. Detenidamente. Me ves. Quizá esto te provoque cierta extrañeza. No te preocupes. Tu intriga hace que sigas leyendo. Lo que sigo escribiendo. No, no me entiendas mal, no trato de hipnotizarte. Ni tampoco de incomodarte. Soy consciente que ahora comienzas a sentir un cierta intranquilidad. Puedes ir a otro sitio si lo deseas, no te obligo. Así de fácil. Pero si decides seguir aquí que sepas que te muestro un momento de mi intimidad, el que vivo ahora. Y no tienes porque sentir que es una obligación. De verdad. Pero si la curiosidad te empuja a saber más, eres libre de hacerlo. Y si has decidido seguir leyendo estas líneas, te desvelo mi verdad. Porque aunque te parezca extraño, él es muy cariñoso. Te sorprenderás de nuevo, pero es que yo soy tan solo una insignificante máscara, pálida, blanquecina si quieres, sin cejas, que recibe un poco de calor. No te lo tomes a mal, pero a veces las cosas son así.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Mario Lanza - Be my love.

27 de abril de 2016




Cumplo una larga condena porque el juez consideró los hechos como un acto de premeditación, alevosía e imprudencia. El psiquiatra que me examinó declaró que sufría un trastorno compulsivo debido a una psicopatía obsesiva que anuló momentáneamente mis facultades mentales. Falso, porque yo era consciente de lo que hice. Pero también confieso que, aún sabiendo que todo lo tenía en mi contra, me daba igual el resultado del veredicto, porque una enorme dicha inundaba mis entrañas. Lo logré, pensaba, repitiéndomelo en la cabeza hasta la saciedad. Sí, lo logré, después de tantos años de investigación, de miles de lecturas, de recorrer cientos de bibliotecas, universidades, de entrevistar a un sinfin de especialistas, científicos, psicólogos, filósofos, médicos forenses, mediums, brujos, hechiceros, magos, curanderos, exorcistas, chamanes, hipnotizadores, curas católicos, pastores protestantes, sacerdotes ortodoxos, rabinos judíos. ¡Y ya lo creo que lo logré!, a pesar de que la ignorancia y la estupidez acabaron convenciendo a los cretinos que formaban el jurado popular. Porque a ella no le sucedió nada. Tan solo cayó en un profundo sueño cuando la hipnoticé en mi obsesión por capturar lo invisible y hacerlo visible, lo que mi cámara fotografió: el alma humana.
· Fondo musical para acompañar la lectura: The Mississippi sheiks - Sitting on top of the word

26 de abril de 2016




No fue mi culpa. Y siendo consciente de mi mal, intenté ser amable, cordial, esbozar mi mejor sonrisa. Siempre. Sé que he cometido errores, que nadie es perfecto, que a veces las situaciones vienen dadas, que otras no se pueden dominar, que hay días más lúcidos y otros menos afortunados. Pero no..., no soy culpable de lo que soy, de como soy. No decidí ser así. Vino impuesto. Desde el instante en que vine al mundo. También fue un trauma para mis padres. Sé que ellos trataron de llevarlo como mejor pudieron. Y yo, a pesar de mis esfuerzos por ofrecer mi mejor talante, siempre me miraron con desconfianza. Hasta que aquel día tomé la decisión que cambió mi vida. Ahora me ve todo el mundo, me aplauden, se hacen fotos conmigo. Porque ahora, en el parque temático, soy muchos personajes. Personajes que tapan mi fealdad. Algo de lo que no fui culpable. · Fondo musical para acompañar la lectura: Danny Kaye - The ugly duckling

15 de abril de 2016




Aquel día, quizá por causas del azar generadas por las circunstancias de la vida cotidiana, el doctor Sigmund Rochtein tuvo un error de cálculo que en ese momento no pudo prever. Y aunque su investigación presentaba ligeras fisuras que podrían malograr su experimento, decidió correr el riesgo y seguir adelante, a pesar de ser consciente de las consecuencias, ya que podrían truncar el proyecto y su prestigio como científico. Era una situación muy delicada, y aún así, el doctor Rochstein, fiel a su instinto de que su descubrimiento podría cambiar el curso de la historia de la humanidad, asumió la situación. Pero algo salió mal en esa fusión que se manifestó en las delgadas y famélicas piernas de la niña y en el rostro del androide que, convertido en un niño de carne y hueso, presentaba una extraña y avanzada caries en su boca.
(Foto: cortesía de Marisa Ares)

· Fondo musical para acompañar la lectura: Zarah Leander - Puszta Fox

8 de abril de 2016




La observación de una lluvia de partículas provocada por una colisión de asteroides llevó al doctor en astrofísica Walter B. Arkwright y a su ayudante, el físico Eugene F. Easton, a la conclusión de que iba a producirse un fenómeno cósmico de gran envergadura que podría suponer la posibilidad de conocer nuevos datos sobre el origen del universo. Y aquel 4 de octubre de 1932 se cumplió su pronóstico. Con el equipo instalado en la azotea del observatorio, y tras una larga espera que duró varias horas, el nerviosismo de ambos científicos se convirtió en asombro cuando vieron y captaron por primera vez lo que, según ellos, era un neutrino.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Benny Goodman - Moonglow.

6 de abril de 2016




Las cosas venían mal dadas a pesar de los esfuerzos invertidos para evitar el desastre. Se acumulaban demasiadas adversidades. Y la moral comenzó irremediablemente a dar paso al desaliento, a pesar de las estrategias que se desarrollaron para evitar el fracaso. Ni siquiera la táctica de grabarles en su cabeza la palabra mágica con que debían de amedrentar al adversario pudo evitar la derrota. Pero la hecatombe llegó cuando el equipo de boxeo fue descalificado de la competición olímpica por sus extraños modos de comportamiento, quedando estos patentes cuando posó ante la prensa durante su concentración. Días después, aquello derivó en un escándalo nacional cuando un diario sacó a la luz que su entrenador era en realidad un ex-jugador de rugby. Según dijeron unos y otros, nadie se dio cuenta, ni siquiera los propios jugadores. · Fondo musical para acompañar la lectura: The sportsmen quartet - That great come and get it day (1947)

2 de abril de 2016




Las raras consecuencias de aquellos hechos hicieron que tomase aquella decisión que, si bien pienso no fue muy acertada, en aquel momento me pareció la más adecuada. Pero tampoco quiero darle mucha importancia, a pesar de las secuelas que aquello me ocasionó. Sé que las cosas son así, aunque todavía hay quienes que, de manera insistente, me reprochan que haya tomado aquella determinación porque si hubiese hecho, según ellos, lo que en realidad tenía que haber hecho, mi situación actual seria muy diferente. Pero la realidad es que, haciendo caso omiso a las advertencias de unos y otros, opté por seguir mi intuición. Y ha sido muy difícil, lo sé, sobre todo por la inesperada gravedad que adquirió el asunto. Y aún así hay veces que pienso que me equivoqué. Pero ¿quien posee la claridad necesaria para dictaminar lo que es conveniente para uno y lo que no?. Aún no lo sé. Y puede que nunca lo sepa, aunque todo esto pueda parecer muy extraño, porque habrá quienes piensen que todo esto es producto de una alucinación. Y quizá no estén equivocados. Soy consciente de que probablemente no hayan comprendido nada. Pero les confieso, con toda sinceridad, que estoy en su misma situación, porque tampoco lo entiendo.

·Fondo musical para acompañar la lectura: Hoosier Hot Shots - She broke my heart in three places.

30 de marzo de 2016




Los largos años de encierro en el laboratorio llevaron al doctor György Király a realizar un gran descubrimiento que, cuando lo presentó en su ponencia aquel 10 de mayo de 1959 durante el congreso de psiquiatría organizado por la universidad Eötvös Loránd de Budapest, desató la ira de sus colegas de profesión quienes, atónitos, no podían dar crédito a sus argumentos, tachándolos de absurdos y carentes de base científica. Sin embargo, el doctor Király, haciendo caso omiso al revuelo generado, prosiguió con su exposición, sin prever que el revuelo se tornaría en un monumental escándalo al concluir su intervención con un dispositivo de su invención que demostraba sus teorías, haciendo por primera vez visible a los ojos de los presentes algo tan invisible como la voz de la conciencia. · Fondo musical para acompañar la lectura: Éva Mikes - A szerelem himnusza.

19 de marzo de 2016




Aquel día el azar me jugó una mala pasada después de tantos años suspirando por Alicia, a quien había conocido en el instituto, en una de esas fiestas que organizó mi amigo Edmund, quien tenía fama de crápula. Pero mi extrema timidez, que me provocaba un hormigueo que recorría mi vientre, hizo que tan solo me acercase a ella como un pasmarote, balbuceando solemnes majaderías con las que conseguía, a veces, sacarle una sonrisa. Edmund me decía que era un idiota, que tenía que dejarme de tonterías y lanzarme de una vez por todas. Pero yo no me atrevía. Y así fueron pasando los años, hasta que aquel funesto día reuní las suficientes fuerzas y me dirigí a su casa decidido a declararle mi amor. Y justo cuando me arrodillé y pronuncié mis primeras palabras, ella, asustada, sin musitar palabra alguna, se llevó las manos a la cara. Después de tanto tiempo, aún me pregunto que es lo que pudo fallar.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Dion and The Belmonts - Teenager in love.

18 de marzo de 2016


El peor de todos los males que puede padecer el hombre, la ignorancia, hizo que creciera sin mis padres en un lúgubre hogar de acogida a las afueras de Londres. Ellos, que eran gente honrada que pertenecía a la clase trabajadora, siempre me habían tratado con devoción ya que era hijo único. Pero el implacable jurado popular, a tenor de las endebles pruebas como el absurdo testimonio de la señorita Danvers, la vieja solterona cotilla que teníamos como vecina, dictaminó su culpabilidad, condenándoles el juez a los dos a una pena de veinte años de prisión. Ni siquiera mi verdad, la que conté sin poder contener mis lágrimas durante el juicio, les convenció. Una fantasía infantil de un niño traumatizado, pensaron, porque no creyeron que hubiese inventado la máquina del tiempo, la que estaba probando cuando, en una de sus habituales incursiones para fisgonear, la señorita Danvers me vio a través de la ventana.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Franz Schubert - Schwanengesang, D.957 - Ständchen / Jussi Björling (tenor)

11 de marzo de 2016




No pude imaginar durante mi investigación para graduarme en astronomía en la universidad de Princenton que, indagando en los archivos personales del doctor Herbert C. Waldstein, hallaría aquellos documentos que hacían referencia a una misión fallida cuatro años antes de que el hombre pisase la Luna. Mi sorpresa fue aún mayor al comprobar que las autoridades gubernamentales, temerosas de que el incidente saliese a la luz y pudiese truncar el futuro de la carrera espacial, se apresuraron a ocultarla de inmediato al tener conocimiento de un grave error técnico que se produjo cuando la nave se hallaba situada en la órbita terrestre. Es por eso que el doctor Waldstein, obligado por sus superiores a acallar el asunto, camufló entre sus papeles personales dichos documentos que, según pude comprobar, constatan que, cuando el mayor Tom Collins y la comandante Clarice Williams abrieron la escotilla de la nave para dar su primer paseo por el espacio exterior, sufrieron unas repentinas alucinaciones por la falta de oxígeno a causa del defectuoso diseño de sus trajes. Sin embargo no hay datos sobre lo que les sucedió después a ambos astronautas. · Fondo musical para acompañar la lectura: Hawkwind - Silver machine

4 de marzo de 2016




No pude presagiar cuando, tras meses de un intenso encierro para superar la oposición, que acabaría destinado en aquel lúgubre edificio como taquígrafo en los juicios que allí, en la planta primera, tenían lugar. No sé por qué, pero tuve una extraña sensación. Los pocos meses que llevaba desempeñando mi función tuve que estar en más de una veintena de procesos, algunos de los cuales alcanzaron notable relevancia en los medios de comunicación. Y ahí estaba yo, a la vista de todo el mundo, en aquella mesa, solo, en silencio, impasible, registrando minuciosamente las declaraciones de unos y otros sobre comisiones, blanqueos, desvíos, fugas de capital. Aunque quizá no me reconozcan porque, ante tal avalancha de casos, el juzgado adoptó medidas de prevención con el fin de evitar que las malas influencias acabasen salpicando a sus empleados. · Fondo musical para acompañar la lectura: Muggsy Spanier & his Ragtime Band - Big butter and egg man.

3 de marzo de 2016




A Eric Stoltz poco le importaron las habladurías, aunque supieran que era el hijo de un magistrado con renombre en la capital quien, en un momento de desesperación, trató de poner fin a las andanzas de su vástago quitándole la asignación y confiscándole las llaves de su deportivo. Gajes de oficio, pensaba Eric, consciente de las dificultades que implicaban sus esfuerzos por seguir los dictados de su vocación en un momento crucial de su vida en el que rozaba la treintena y aún no había abandonado el nido. Pero eran menudencias a las que restaba importancia, porque cuando entraba en acción surgía una fuerza en su interior que no podía controlar, lo que él llamaba el 'swing', despertando las envidias de sus amigos y los chismorreos de los demás cuando, atónitos, contemplaban como las chicas se acercaban a él, aunque se vieran obligadas a soportar situaciones de poc comodidad.

Fondo musical para acompañar la lectura: Cornell Smelser & His Orchestra - Accordion Joe.

2 de febrero de 2016




Habíamos tergiversado la realidad influidos por las novelas y las películas de ciencia-ficción que, en aquellos tiempos salpicados por el miedo colectivo a causa de la amenaza nuclear, nos generó una gran desconfianza hacia cualquier extraño que se presentase ante nuestros ojos. Pero mi padre, que era muy idealista, decía que no había hostilidad que no se resolviese a través del diálogo y que la hospitalidad era algo más que una virtud. Por eso mismo, lejos del temor que mostró mi madre y la inquietud que sentimos mis hermanas y yo al oír ese ensordecedor ruido cuando llegó el inesperado visitante que, tal como nos contó nada más poner pie en tierra, era un defecto del tubo de escape, mi padre, sin pensárselo dos veces, se abalanzó sobre él con los brazos abiertos. El ser venido del más allá tenía una apariencia normal, algo barrigudo, vestido con pantalones marrones y camisa blanca que, aunque no pudo evitar el sonrojo ante tanta efusividad, supo mantener la compostura, incluso cuando nos hicimos la fotografía ante la insistencia de mi padre. Después nos dijo, casi como un susurro, que tenía que proseguir su viaje, porque al día siguiente participaba en la convención anual de inventores de Delaware.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Dean Elliot & His Big Band - Lonesome road.

27 de enero de 2016




Aquel día, inmerso en la consulta de unos viejos documentos en la biblioteca municipal de Nottingham que creía cruciales para mi tesis doctoral sobre el antropólogo Archibald Alexander Bradley, conocido por sus estudios sobre mitos y leyendas de la región de East Midlands, me embargó un súbito estremecimiento al sentir que estaba a punto de desentrañar un misterio al hallar el recorte de un periódico local que hacía alusión a su persona por motivos diferentes a sus investigaciones. Era un texto que hacía referencia a un suceso que se produjo en la noche del 23 de abril de 1893, cuando apareció tendido en la acera, semiinconsciente, un individuo de unos sesenta años de edad y poblada barba blanca envuelto en extrañas vestimentas. Por lo insólito del descubrimiento y con la sospecha de que pudiera tratarse de un miembro de la masonería, las autoridades habían recurrido al profesor Bradley quien, nada más llegar al lugar de los hechos, resolvió el enigma pero que, según se apuntaba al final la noticia, era algo que no había trascendido. En el curso de mis posteriores investigaciones descubrí que Bruce Wayne, tal era como se llamaba la víctima, había llevado una doble vida durante casi treinta años, dirigiendo su mercería por el día y realizando prácticas sadomasoquistas en reuniones privadas por la noche. Hasta que aquel 23 de abril le fallaron las fuerzas a causa de la edad.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Boss Martians - Batman (Neal Efti).

25 de enero de 2016




Hubo un tiempo en el que la incertidumbre y las estrecheces económicas provocadas por la Gran Depresión nos obligaron a recurrir al ingenio para asegurarnos la supervivencia en medio de aquella podredumbre que deshizo de golpe nuestras ilusiones, haciendo que algunos abandonasen la pequeña localidad del Medio Oeste donde vivíamos en busca de mejores perspectivas. Es entonces cuando mi hermano mayor, quien pasaba su tiempo tumbado en el sofá ensimismado con los seriales de la radio, decidió entrar en acción al oír un día lo que para él fue una revelación, la frase de un emperador cuyo nombre no logró recordar y que decía que “no hay mejor defensa que un buen ataque”. Y dando un salto inesperado, tomó la determinación de convertirse en superhéroe, en el mayor defensor de los débiles, en el azote del capitalismo cuya voracidad había hundido en la miseria a todas las gentes de bien. Y diseñó un traje, aunque limitado por lo poco que tuvo a mano, porque en verdad no había mucho donde escoger. Pero su cruzada se truncó de forma repentina, durante su primer ataque contra el sistema, ante la entrada de la pequeña sucursal bancaria de nuestra localidad. Al parecer, un error de cálculo en el traje le impidió moverse con soltura.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Woody Guthrie - Better World a comin'