18 de marzo de 2016


El peor de todos los males que puede padecer el hombre, la ignorancia, hizo que creciera sin mis padres en un lúgubre hogar de acogida a las afueras de Londres. Ellos, que eran gente honrada que pertenecía a la clase trabajadora, siempre me habían tratado con devoción ya que era hijo único. Pero el implacable jurado popular, a tenor de las endebles pruebas como el absurdo testimonio de la señorita Danvers, la vieja solterona cotilla que teníamos como vecina, dictaminó su culpabilidad, condenándoles el juez a los dos a una pena de veinte años de prisión. Ni siquiera mi verdad, la que conté sin poder contener mis lágrimas durante el juicio, les convenció. Una fantasía infantil de un niño traumatizado, pensaron, porque no creyeron que hubiese inventado la máquina del tiempo, la que estaba probando cuando, en una de sus habituales incursiones para fisgonear, la señorita Danvers me vio a través de la ventana.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Franz Schubert - Schwanengesang, D.957 - Ständchen / Jussi Björling (tenor)