27 de enero de 2016




Aquel día, inmerso en la consulta de unos viejos documentos en la biblioteca municipal de Nottingham que creía cruciales para mi tesis doctoral sobre el antropólogo Archibald Alexander Bradley, conocido por sus estudios sobre mitos y leyendas de la región de East Midlands, me embargó un súbito estremecimiento al sentir que estaba a punto de desentrañar un misterio al hallar el recorte de un periódico local que hacía alusión a su persona por motivos diferentes a sus investigaciones. Era un texto que hacía referencia a un suceso que se produjo en la noche del 23 de abril de 1893, cuando apareció tendido en la acera, semiinconsciente, un individuo de unos sesenta años de edad y poblada barba blanca envuelto en extrañas vestimentas. Por lo insólito del descubrimiento y con la sospecha de que pudiera tratarse de un miembro de la masonería, las autoridades habían recurrido al profesor Bradley quien, nada más llegar al lugar de los hechos, resolvió el enigma pero que, según se apuntaba al final la noticia, era algo que no había trascendido. En el curso de mis posteriores investigaciones descubrí que Bruce Wayne, tal era como se llamaba la víctima, había llevado una doble vida durante casi treinta años, dirigiendo su mercería por el día y realizando prácticas sadomasoquistas en reuniones privadas por la noche. Hasta que aquel 23 de abril le fallaron las fuerzas a causa de la edad.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Boss Martians - Batman (Neal Efti).

25 de enero de 2016




Hubo un tiempo en el que la incertidumbre y las estrecheces económicas provocadas por la Gran Depresión nos obligaron a recurrir al ingenio para asegurarnos la supervivencia en medio de aquella podredumbre que deshizo de golpe nuestras ilusiones, haciendo que algunos abandonasen la pequeña localidad del Medio Oeste donde vivíamos en busca de mejores perspectivas. Es entonces cuando mi hermano mayor, quien pasaba su tiempo tumbado en el sofá ensimismado con los seriales de la radio, decidió entrar en acción al oír un día lo que para él fue una revelación, la frase de un emperador cuyo nombre no logró recordar y que decía que “no hay mejor defensa que un buen ataque”. Y dando un salto inesperado, tomó la determinación de convertirse en superhéroe, en el mayor defensor de los débiles, en el azote del capitalismo cuya voracidad había hundido en la miseria a todas las gentes de bien. Y diseñó un traje, aunque limitado por lo poco que tuvo a mano, porque en verdad no había mucho donde escoger. Pero su cruzada se truncó de forma repentina, durante su primer ataque contra el sistema, ante la entrada de la pequeña sucursal bancaria de nuestra localidad. Al parecer, un error de cálculo en el traje le impidió moverse con soltura.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Woody Guthrie - Better World a comin'