27 de abril de 2016




Cumplo una larga condena porque el juez consideró los hechos como un acto de premeditación, alevosía e imprudencia. El psiquiatra que me examinó declaró que sufría un trastorno compulsivo debido a una psicopatía obsesiva que anuló momentáneamente mis facultades mentales. Falso, porque yo era consciente de lo que hice. Pero también confieso que, aún sabiendo que todo lo tenía en mi contra, me daba igual el resultado del veredicto, porque una enorme dicha inundaba mis entrañas. Lo logré, pensaba, repitiéndomelo en la cabeza hasta la saciedad. Sí, lo logré, después de tantos años de investigación, de miles de lecturas, de recorrer cientos de bibliotecas, universidades, de entrevistar a un sinfin de especialistas, científicos, psicólogos, filósofos, médicos forenses, mediums, brujos, hechiceros, magos, curanderos, exorcistas, chamanes, hipnotizadores, curas católicos, pastores protestantes, sacerdotes ortodoxos, rabinos judíos. ¡Y ya lo creo que lo logré!, a pesar de que la ignorancia y la estupidez acabaron convenciendo a los cretinos que formaban el jurado popular. Porque a ella no le sucedió nada. Tan solo cayó en un profundo sueño cuando la hipnoticé en mi obsesión por capturar lo invisible y hacerlo visible, lo que mi cámara fotografió: el alma humana.
· Fondo musical para acompañar la lectura: The Mississippi sheiks - Sitting on top of the word