16 de enero de 2013



Puede que después de lo que les cuente piensen de mí que soy un panoli. Pero la naturaleza me hizo así. Ya sé que es una justificación que les puede parecer recurrente y simplona pero, si les digo la verdad, sólo me preocupé de que me quisieran. Valentin Arsenault era un buen tipo, no muy brillante, pero con un gran sentido comercial que le llevó a trabajar como dependiente en una sastrería de renombre en el barrio parisino de Saint–German–des–Prés. Sin embargo, su éxito profesional contrastaba con su carácter débil y que sólo afloraba ante la presencia de su madre, Mme. Arsenault, una mujer férrea y autoritaria que enviudó muy joven. Es por ello que Valentin no se casó. Ni siquiera, al menos yo, tuve constancia de que llegase a tener asunto de faldas alguno. Pero, si les soy sincero, me daba igual, porque siempre me trataron muy bien, aunque la convivencia con ellos fuese complicada y me supusiese pequeños sacrificios, como hacer el ridículo con una chistera en la cabeza. Yo, como era agradecido, accedía siempre a sus caprichos procurando disimular como podía mi cara de resignación.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Marcel's & L'Orchestre Musette Gigetto - Le p'tit bal musette (https://www.youtube.com/watch?v=-PWFIkYWU10)