14 de enero de 2013



Yuri Timoshenko nunca le dio importancia a su enorme creatividad porque su verdadera vocación fue la marina, aunque ejercería dentro de la misma como cocinero en un gran acorazado. Su nombre no hubiese salido a la luz si no fuese por Boris Matushenko, en aquel entonces un prestigioso historiador de arte quien, rebuscando en el archivo de la Biblioteca Nacional de Rusia en Moscú, creyó encontrar en una serie de antiguas fotografías lo que podría ser el auténtico origen del Constructivismo Ruso. Al parecer, Timoshenko se había hecho muy popular entre la tripulación al dedicarse en sus ratos libres a colocar los productos y el utillaje de cocina, combinando sus formas y colores con un gran sentido de la armonía en su intención de hacer algo más acogedor el aséptico escenario del barco. Lo que llevó a sus compañeros a fotografiarse en varias ocasiones ante sus composiciones dada la originalidad y la extraña belleza que emanaba de las mismas. Sea como fuere, lo cierto es que las teorías de Matushenko provocaron tal revuelo en las esferas artísticas de la época que acabaron con su reputación. Algo que jamás llegó a saber, y ni tan siquiera a imaginar, el propio Timoshenko, de cuya abundante y efímera producción tan sólo se conocen unas pocas piezas, las que aparecen inmortalizadas junto con sus camaradas de a bordo en las escasas instantáneas que halló Matushenko.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Ekaterina Yurovskaya - Menya ne greet shal (https://www.youtube.com/watch?v=EoLfe60jyKI)