11 de enero de 2013



Yo soy normalmente el otro yo. Es decir, la conciencia. La que me permite la libertad de airear todo cuanto quiero de cada uno de los individuos que por aquí van apareciendo, incluso las intimidades, los sentimientos o las oscuridades, las que se ocultan bajo esa aparente y distinguida fachada con la que suelen mostrarse en las imágenes. Hoy, por ejemplo, soy el yo de ese hombre, el que lleva un buen sombrero, un abrigo de marca y unos zapatos muy caros, que camina tranquilo y seguro de si mismo porque los negocios marchan bien. No les diré su nombre. Ya sé, soy un diablillo, o como me quieran llamar, y es algo que no puedo evitar. Las cosas son así, como conciencia que soy de todos ellos. Pero hoy no voy a sacar a la luz su basura y le dejaremos pasear tranquilo, ya que ese día fue hace mucho tiempo, sino que les voy a confesar la mía, porque si les soy sincero, esa libertad me crea al mismo tiempo un cierto dolor de cabeza, una inquietud, por ese temor a exponer aquí y con cierta familiaridad las miserias de todos ellos, lo que me podría meter en un gran lío. Pero al final me sigo arriesgando, es algo innato en mí y, además, soy invisible. Pero en este caso me salva la probabilidad de que este hombre haya muerto hace mucho tiempo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Allison's Sacred Harp Singers - Sweet Morning (https://www.youtube.com/watch?v=pxvI317-JCI)