26 de enero de 2013



Eran otros tiempos. Y aunque había cosas que estaban mal vistas, la verdad es que había quienes no podían evitar seguir su instinto, lo que los llevaba a hacer ciertas cosas de una manera más disimulada. La hipocresía de aquella sociedad puritana era así, aunque bajo su amable apariencia ocultasen sus miserias y sus perversiones. Y si eras mujer, las cosas eran aún más difíciles. Pero Marie y yo supimos sortear los obstáculos, aunque ello nos costase algunos sacrificios, como escaparnos aquellos días a hurtadillas, lejos del asfixiante ambiente en el que vivían nuestros padres en Boston. Cierto era que había tugurios de música y baile donde nos podíamos explayar sin temor a las miradas maliciosas. Pero no era cuestión de exponerse a los típicos depredadores nocturnos al acecho de una presa. Imagino las cosas que se les estarán pasando por sus calenturientas mentes. Sí, en eso han acertado, mi amiga y yo éramos muy liberales. Tanto como para coger el automóvil de mi hermano sin que él se diera cuenta, de ahí la táctica de ir a hurtadillas, y marcharnos unos días de acampada a la playa. Marie necesitaba respirar aire puro, ya que no había levantado cabeza desde que el idiota de su prometido la abandonó dos días antes de la boda. Y yo, simplemente, intenté animarla. Al fin y al cabo era mi mejor amiga.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bix Beiderbecke and his Gang - At the jazz band ball (https://www.youtube.com/watch?v=ZxP0cf1bpTM)