21 de enero de 2013



Aunque era muy pequeño, y pese a lo que pueda parecer, no corrió la sangre. La verdad es que aquel cumpleaños me dejó marcado para siempre. No recuerdo exactamente la edad que tenía, aunque calculo que entre cuatro o cinco años. Pero aquel día no era mi aniversario, sino el de Timothy, el que fuera mi gran amigo de la infancia. Mi padre inmortalizó el evento justo cuando el progenitor de Timothy hizo acto de presencia de la manera más aparatosa y, aún así, tan sólo le costó unos cuantos pelos de la cabeza quemados por las velas. El padre de Timothy siempre fue un hombre muy torpe que tenía la extraña habilidad de provocar las situaciones más estrafalarias. El interruptor de la lámpara del techo se había roto y él, simplemente, por ayudar a que mi padre obtuviese el efecto de luz deseado, intentó apagarla de la mejor forma que se le ocurrió. Nadie pudo explicar como lo hizo, pero la escalera se cayó al suelo, la bombilla se fundió y él se quedó colgado con el pie enganchado en la cadena de la lámpara. Mi padre, además de conseguir fotografiar la atmósfera que buscaba, logró captar la alegría de nuestras madres justo una milésima de segundo antes del estruendo que provocaron sus gritos y de que mi amigo Timothy y yo nos cayésemos al suelo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Chiffons - He's so fine (https://www.youtube.com/watch?v=rinz9Avvq6A)