18 de enero de 2013



Aunque mi padre fue un obediente empleado de una compañía telefónica y mi madre una mujer que compaginaba su trabajo como vendedora en una tienda de cosméticos con las tareas del hogar, lo cierto es que ellos siempre quisieron sentirse revolucionarios. Y aún así, siempre procuraron mantener las formas de cara a los demás, porque en el fondo les preocupaba mucho las apariencias, lo que los vecinos pudieran pensar de ellos. Al fin y al cabo, era un matrimonio que siempre había mantenido las formas de una manera intachable, incluso cuando invitaban a casa a sus amigos más íntimos. Teníamos fama de ser la familia ideal entre nuestros conocidos. Pura fachada, porque de vez en cuando les entraban sus pequeños ataques de insurrección en la intimidad, permitiéndose alguna que otra travesura como la que ahora ven. Recuerdo que mi padre se sentía muy orgulloso de ellas, porque creía que eran muy rompedoras y eso le hacía sentirse muy moderno. Por lo que mi hermana y yo procuramos, sobre todo a medida que nos hacíamos mayores, mantener su ilusión siguiéndole la corriente y no contarle nuestras cosas. Al fin y al cabo, pensaba, si le decía que había estado en Woodstock aquel fin de semana en vez de en casa de Charlie Walters estudiando el examen de Álgebra, podía suponerle un gran disgusto, no por la mentira en sí, sino porque yo le pudiese parecer más revolucionario que él.

· Fondo musical para acompañar la lectura: A clockwork orange OST - I want to marry a lighthousekeeper (https://www.youtube.com/watch?v=dKhso6odZpI)