25 de octubre de 2012



El profesor Marek Lewandowski supo que Tadeusz Kowalczyk era un niño prodigio cuando le impartió su primera clase de violín. Ese fue el principio de una fulgurante carrera que le llevó a actuar en los principales teatros europeos, cosechando un enorme éxito de público y de crítica que elogiaban unánimemente su virtuosismo que llegaron incluso a calificarle como el mejor intérprete de Henryk Wieniawski. Tadeusz, el hijo de un modesto administrativo de Lodz, gozaba de la gran admiración de las altas esferas políticas y culturales, lo que nunca pudieron imaginar ni él ni su familia cuando  estudiaba en el conservatorio de Varsovia. Pero la estresante vorágine de conciertos y la presión que ejercían sus entusiasmados seguidores pidiéndole cada vez más, hizo que aquella actuación de la noche del 20 de marzo de 1885 en el Teatro Nacional de Praga, fuese su última aparición. Tadeusz se había quedado paralizado sobre el escenario como una estatua, lo que generó infinidad de rumores y teorías. Con el paso de los días, tan sorprendente suceso se fue diluyendo en el olvido, al igual que su figura. Hasta que en 1917, el prestigioso musicólogo Pawel Wisniewski creyó resolver el misterio Kowalczyk cuando halló la única fotografía existente del violinista sacada segundos después de su colapso y que, tras un análisis minucioso, le llevó a afirmar que aquella noche la inspiración no le había abandonado, como sostenían muchos, sino que, simplemente, había salido de su cuerpo.

Fondo musical para acompañar la lectura: Henryk Wieniawski - Caprice for two violins, op. 18, nº 4 in A minor (David & Igor Oistrakh),