29 de octubre de 2012



Charles Bradley sorprendió a propios y extraños cuando de manera inesperada reveló su irrevocable intención de abandonar Inglaterra para comenzar una nueva vida en la India. Los que le conocían muy de cerca no daban crédito a sus palabras. Algo tenía que haber sucedido en su interior, pensaban, para que tomase una determinación tan drástica. Nadie se explicaba como Charles, que había nacido entre algodones y con todos los privilegios que le daba el hecho de pertenecer a una familia aristocrática de arraigada tradición, pudiese querer de la noche a la mañana abandonar la seguridad y la buena vida que le proporcionaba su ilustre posición. Él, que era uno de los miembros distinguidos del club White’s de Londres y uno de esos invitados imprescindibles en cualquier evento social y al que pretendían varias jóvenes de alta alcurnia por su condición de soltero de oro, hizo oídos sordos y se marchó en medio del estupor general. Hubieron de pasar unos cuantos años hasta que Malcolm Aldridge, uno de sus mejores amigos, desentrañase el misterio de tal audacia cuando decidió hacerle una visita y, tras pasar una larga temporada con él, regresase trayendo consigo la prueba, no sólo que Charles gozaba de buena salud, sino que proseguía entregado felizmente y con total libertad a su pasión por la vida contemplativa, la que años atrás había visto peligrar por un disciplinado y fatigoso puesto al que le había predestinado su progenitor en el banco familiar.

· Fondo musical para acompañar la lectura: John McCormack - I hear you calling me (https://www.youtube.com/watch?v=RcBwRD0VB9o)