20 de noviembre de 2013



Quizá era demasiado pequeña para darme cuenta de las cosas, pero ahí estaba, en ese mundo de ensueño que muy pocos pueden fabricarse a su medida. Una lujosa mansión con un extenso jardín poblado de árboles y recovecos en una de las zonas más distinguidas de la ciudad. Pero era muy discreta pues sabía que si lo contaba podría despertar las envidias de mis compañeros quienes, recelosos por tal asunto, podrían perjudicarme. Por eso tampoco quise dar demasiados detalles de aquel día que fue para mí uno de los más dichosos de mi vida. Confieso que hubo otros, pero como ese no hubo ninguno. Incluso no me pude creer lo que me estaba sucediendo, pero fue así, casi como si estuviese viviendo una fantasía. Y no exagero, porque la vida del circo es muy dura y sacrificada. Como tampoco me consideraba un ser bello, pero aquella niña, con esa sonrisa pizpireta le pidió a su padre que estuviese en su cumpleaños, a mí, que no me conocían y que era una simple cría de elefante.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Kid Ory and his Creole Jazz Band - Careless Love (https://www.youtube.com/watch?v=if_DPjGidRw)