3 de abril de 2013



Un halo de misterio envolvió la figura de Tom Beasley, un joven científico que desapareció tras el incendio de su laboratorio cuando probaba el que decía que iba a ser su gran descubrimiento y del que, tan sólo, se conserva una imagen captada momentos antes de que su creador llevara a cabo tal ensayo. Las autoridades no hallaron el cuerpo de Beasley por lo que se descartó la posibilidad del suicidio, aunque las escasas pistas que pudieron recabar entre los restos parecían confirmar la hipótesis de que el propio Beasley, en un súbito ataque, quizá de nervios, destruyó el laboratorio. Pero el secretismo con el que había llevado sus investigaciones propició las más diversas teorías, incluso hubo una que lo atribuía a la intervención de los servicios de espionaje de alguna potencia extranjera. Sea como fuere, se organizó una búsqueda a nivel nacional, llegándose a distribuir retratos de Beasley, lo que generó un torrente de testimonios que afirmaban haberle visto, algunos en lugares insólitos, como un turista inglés que le reconoció en un monasterio tibetano. Varias décadas después, en un periódico local apareció la noticia de un anciano que manifestaba haber sido ayudante de Beasley. Decía que no había hablado antes por miedo ante la expectación creada y que el enigmático invento era un simple aparato para escuchar la conciencia de cada uno. Pero nadie le prestó atención porque del caso ya no se acordaba nadie.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Gilbert Mack & The Sandpipers - Give a little whistle (http://www.youtube.com/watch?v=1kjQysvZZHA)