10 de abril de 2013



Sus teorías sobre el creciente hipnotismo y adocenamiento que provocaba en el ser humano un reciente avance tecnológico como la televisión, llevaron al filósofo Stanislaw Vasilyev a alcanzar una efímera notoriedad al advertir que una de las conclusiones a las que había llegado era que se estaba produciendo un nuevo fenómeno que definió con el término de somnolencia colectiva. El rechazo que generó en los estamentos políticos, que tacharon sus ideas de osadas, se extendió hasta su propio hogar porque su mujer, alarmada por las posibles consecuencias que podía traer a la familia, intentó minimizar el asunto diciéndole que escribía sobre cosas que no leía nadie, algo en lo que al parecer tampoco le faltaba razón. Es por eso que Stanislaw dio una profunda bocanada de aire delante de la puerta de su casa al intuir que ese era el momento idóneo para actuar, poniendo en práctica sus teorías para demostrar definitivamente que se podía vivir sin necesidad de ese nuevo medio, incluso sin comodidades y en lugares con apenas presencia humana. Pero sobre la que el creía que era una revolucionaria experiencia poco se supo, ya que en cuanto su acción llegó a conocimiento de las autoridades, éstas se encargaron de acallar con rapidez el asunto temerosas de que se tratase de un nuevo caso de disidencia, de ahí la fugaz resonancia que tuvo el acto del filósofo. Varias décadas después se halló un rollo de película que contenía imágenes de Stanislaw llevando a cabo su experiencia y de un tal Dmitri Selischenko, quien, asombrado, declaraba ante la cámara que en su vida como señalizador en el aeródromo de Ignatievo jamás se pudo imaginar que entablaría una gran amistad con un filósofo, aunque tuviesen que comunicarse con la ayuda del código Morse y por medio de un tubo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Eduard Khil - Trololo (https://www.youtube.com/watch?v=oavMtUWDBTM)