13 de febrero de 2013



Desde que tuvo uso de razón, Achille Dumont tuvo muy clara cual era su vocación, dando en aquellos tiempos sobradas muestras de una precocidad asombrosa. Es por ello que, ya en su juventud y plenamente decidido a comerse el mundo para alcanzar su propósito, comenzó a indagar cual era el camino idóneo que debería tomar. Claro que todo ello le implicó problemas académicos que repercutieron en la relación con sus padres, porque éstos, no sólo no aprobaban su actitud, sino que era fuente constante de disputas domésticas. Pero Achille no se amedrentó por ello y prosiguió con su plan, aunque tuviese que abandonar los estudios universitarios, cosa que acabó haciendo en el primer año de carrera. Como venía de una familia adinerada, lo que significaba el sustento asegurado, tan sólo tenía que aplicar la técnica de la apariencia, es decir, hacer creer a sus progenitores que cumplía con lo que ellos querían. Pero a partir de aquí hay muchos puntos confusos en la biografía de Achille, en parte porque procuró en todo momento llevar su existencia con la mayor discreción posible, algo que era imprescindible para desarrollar su pasión con total tranquilidad. Hay incluso quienes especulan que, por mantener la honorabilidad de su apellido, se metió en política, y que si no hay constancia de ello es porque fueron sus asesores los que se encargaron de los quehaceres del cargo. Sea lo que fuere, Achille vivió entregado a su vocación, con su sempiterno habano en la boca, hasta edad muy avanzada.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Mary Ford & Les Paul - How high the moon (https://www.youtube.com/watch?v=5dxYncc0fy8)