17 de mayo de 2013



Seguro que a muchos les sorprende ¿verdad? Pues qué quieren que les diga. Todos tenemos un pasado y el mío fue así, tal como lo ven. Era un tipo bien parecido, pero el problema fue mi instituto que era, digamos, algo problemático. Había que hacerse el duro y yo, modestia aparte, tenía mi percha. No lo digo por presumir, no se me entienda mal. Fueron años intensos que coincidieron con la época en la que se hizo muy popular James Dean. Y claro, viendo la cara que se les ponían a las chicas después de ver “Rebelde sin causa”, mis amigos y yo decidimos apuntarnos al asunto de la insubordinación. Aunque adornándolo con algún atributo que nos diese una impronta de tipo duro. Ya sé, habrán visto que detrás de mí hay una bonita casa, y sí, lo confieso, vivía en una zona residencial de buen nivel. Pero los compañeros del instituto no entendían de esas cosas. Algo que me llevó a tener una doble vida, porque ante mi padre, que pertenecía a la vieja guardia, debía de dar la apariencia de ser un joven formal y responsable. Sin embargo, con mis amigos fue todo lo contrario, es decir, bordé mi papel de chico raro y sensible que llama la atención de las chicas. Y eso que nunca leí a Yeats. Es por eso que sólo me quitaba la camisa cuando estaba con los míos. Y aún así sufrí mucho. Aunque me gustaban los tatuajes. Pura fachada. Afortunadamente las fotografías no graban sonidos, porque mi voz de pito me creó fama de blandengue. Además, tampoco sabía fumar y el cigarro fue una mera pose, por la cosa de fardar.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Buddy Holly - Everyday (http://www.youtube.com/watch?v=ty31QY5ZGHo)