23 de mayo de 2013



El mayor Henry B. Mallory nunca pasó a la historia pesar de su contribución a la seguridad militar. Sino que, sin quererlo, uno de sus ingenios alcanzó una cierta popularidad en el mundo del cine, aunque nunca se ha citado su nombre. Todo había comenzado durante sus estudios en la academia del aire, pues su sueño desde la infancia era convertirse en aviador. Pero lo que no pudo imaginar fue que la fatalidad apareció aquel día que tantas veces había ansiado en su niñez, cuando realizó su primer vuelo de pruebas. Henry descubrió que padecía vértigo. Es por eso que cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y ante su imposibilidad por volar, sus superiores, conscientes de sus grandes conocimientos en física y matemáticas, le destinaron a uno de los laboratorios de investigación militar especializado en seguridad y protección. Allí ideó numerosos ingenios siendo el que más dio que hablar por su diseño la máscara para pilotos de caza cuya efectividad, al parecer, no dio los resultados deseados aunque, por los documentos gráficos existentes, hizo las delicias de sus tres retoños. Henry nunca se quejó por ello, pues era un hombre sencillo. Pero tampoco se pudo imaginar que sus máscaras las verían una década después de su muerte millones de espectadores por ser las que llevaban puestas los incursores Tusken o moradores de las arenas.

(Foto: cortesía de Paloma Canivet)


· Fondo musical para acompañar la lectura: John williams - Tales of a Jedi Knight/Learn about the force, BSO de Star Wars, Episode IV (http://www.youtube.com/watch?v=fzczg3MreZg)