16 de mayo de 2013



Joseph W. Smith fue un modesto vendedor de lavadoras que entregó su tiempo libre a la fotografía. Una pasión que nació en él a temprana edad, por la influencia de su abuelo, quien se dedicaba a hacer retratos en su pequeña tienda de fotografía. Al parecer el pequeño Joseph quedó fascinado por ese aparato que congelaba el tiempo, manteniéndolo después imperecedero con el paso de los años. Un concepto, en apariencia ingenuo, pero que a ojos de un niño como Joseph fue algo revelador. Dados los escasos recursos económicos de sus padres, muy pronto tuvo que ponerse a trabajar. Pero el gusanillo de la fotografía que zigzagueaba en su interior hizo que se comprase su primera cámara en cuanto reunió el suficiente dinero. Y así, de forma autodidacta y con grandes dosis de entusiasmo, Joseph se convirtió en un gran cronista de su tiempo, según Roger K. Harris, el historiador que descubrió su archivo, y para quien su obra es una reflexión sobre la vida cotidiana de un país y una época vista a través del reflejo de su familia. Sin embargo, Harris va más lejos al afirmar que sus imágenes poseen un discurso hermenéutico canalizado por un leitmotiv que adquiere, dentro del contexto, un carácter metafórico al ser la representación del propio yo de Joseph y que para Harris posee un doble significado. «Al situarse detrás del objetivo, lo que imposibilitaba su presencia junto a los suyos, hizo que Joseph idease un alter ego, al que caracterizó con un mismo atributo, sus gafas, lo que le convertía en creador y testigo al mismo tiempo. Un sello –concluye Harris– que otorgó a su extensa obra una inusual unidad estética».

· Fondo musical para acompañar la lectura: Jimmy Giuffre - Jesus María (http://www.youtube.com/watch?v=aINbV49iBMM)