21 de marzo de 2013



No quiero que piensen que soy un aguafiestas que viene aquí a fastidiar sus ilusiones. Soy consciente que a todos les gustan las historias, y que si estas poseen un componente épico o misterioso, su fascinación por ellas es aún mayor. A mi me pasa igual, para que les voy a engañar. Pero claro, cuando se trata de reivindicar una verdad histórica enseguida surgen los problemas, porque lo que creíamos que era legendario se ha convertido en algo vulgar que nos produce una enorme decepción. Yo tan sólo he intentado prevenirles, porque si he venido aquí es para acabar con una falsa creencia que probablemente les va a doler mucho... Bob Kane no inventó a Batman. Fue mi bisabuelo Nigel, cuando ejercía de predicador en Sudbury, a unas sesenta millas de Londres. Desde niño había nacido en él una fuerte vocación por ayudar a los más necesitados tomando los hábitos al cumplir la mayoría de edad, pero la realidad es que su ministerio fue un continuo fracaso durante mucho tiempo. Por lo que urdió un plan para que los habitantes de aquella localidad, que eran casi todos ateos, le viesen con mejores ojos. Por ello le dio a su indumentaria un aire más moderno, acorde con la moda de su época, aunque la capucha sólo se la ponía en invierno ya que en esa zona hace muy frío. Y de ahí su apodo, “el murciélago”. Pero al lograr un aspecto mucho más amable, consiguió al menos que acudiese más gente a su oficio dominical, sobre todo niños.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Florrie Forde - Only a dream (https://www.youtube.com/watch?v=QWILugIBGrg)