13 de marzo de 2013



Hans Achterberg fue un hombre corriente que tuvo una existencia normal con un trabajo cómodo que le permitía muchas horas libres porque, en realidad, había heredado la empresa familiar. Es decir, que su vida laboral se reducía a firmar de vez en cuando unos cuantos papeles, ya que para todo lo demás estaban su secretaria, sus consejeros y sus asesores legales. Hans pertenecía a una rica familia de Bonn que se podía permitir todo cuanto quisiese, desde una colección de lujosos automóviles hasta varias propiedades repartidas por diferentes países. Pero en realidad todo aquello no le satisfacía, lo que le llevaba a profundos estados de melancolía durante largas temporadas. Porque en realidad era un hombre carcomido por la soledad y la culpa de todo ello se la atribuía a la escasa capacidad de la señorita Meyer, el ama de llaves de la familia, para pasar algo más inadvertida. Todo había empezado cuando Hans se convirtió en un apuesto adolescente. Su madre, temerosa de que su hijo pudiese caer bajo los encantos de una joven que no fuese la adecuada para su posición social, pidió a la señorita Meyer que estuviese cerca de él. Fueron numerosas las chicas que pasaron por los brazos de Hans, como breves las relaciones que tuvo con cada una de ellas, porque la señorita Meyer, sin quererlo, había marcado los tiempos por su ilusión a salir en las fotografías al lado de Hans con su conquista de ese momento.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bernhard Ette & Orchester + Billy Beyler (voz) - Ich glaub' Madame, Sie haben einen schwips (http://www.youtube.com/watch?v=8MknJxLr3c8)