10 de junio de 2013



Después de tantos años de angustia, de dolor y sufrimiento, he decidido hablar. Sacar a la luz mis demonios internos, confesar la verdad de aquel trágico día en el que mi desmesurada pasión por la fotografía hizo que captase los últimos instantes de vida de mi hermano mayor. Todo esto me resulta muy difícil, pero trataré de comenzar por el principio. Había cosas que no compartíamos. Supongo que eso ocurre entre hermanos. Recuerdo que a mi me gustaba dibujar desde muy pequeño, que después me regalaron una cámara de fotos por mi comunión y que gracias a ésta descubrí mi vocación por la fotografía. Sin embargo, mi hermano, desde que tuvo uso de razón, se sintió atraído por la espiritualidad. Yo no entendía mucho de todo aquello, pero sabía que él estaba inmerso en una intensa búsqueda interior que le llevó a probar varias confesiones. Hasta que llegó aquel día, el de su bautismo en el río. Yo estaba absorto, disparando el obturador ante lo que me parecía una composición estética de gran belleza, con las dos figuras en medio de la inmensidad del agua. Pero fui incapaz de darme cuenta de aquel dramático momento, cuando al reverendo Smith se le fue la mano...

· Fondo musical para acompañar la lectura: Judy Collins - Amazing grave (http://www.youtube.com/watch?v=_QJic_lAe5M)