2 de marzo de 2012



La sonrisa seductora del señor Vogel aplacaba las iras de mis padres cada vez que se cruzaban. La causa eran los constantes estruendos provenientes de su garaje que, cosas del azar, estaba en frente del salón de nuestra casa. Es el inconveniente de tener a un inventor como vecino. Un día mis padres llegaron a reconocer que les hacían gracia sus ocurrencias aunque siempre pensaron que no le iban a llevar a ninguna parte. Nunca olvidaré cuando vi ese artefacto por primera vez. «Con este prototipo voy a triunfar con la chicas, Henrik» me dijo dándome una palmadita en la espalda antes de probarlo. Pero yo no me atreví a preguntarle donde pensaba sentarlas.