22 de enero de 2014




No estoy loco. Todo aquello sucedió tal como siempre lo conté. Pero nadie me cree. Ni siquiera aquel petulante abogado que se limitó a decirme que en su dilatada experiencia jamás había oído una historia tan ridícula. Llevo una década encerrado en un grisáceo sanatorio mental purgando por un crimen que no cometí. Sólo quiero que alguien crea en mi inocencia y me ayude. Yo no lo hice. Fue lo primero que le dije a la policía cuando llegó al laboratorio y vio al doctor Martin tendido en el suelo, inerte. El impacto había sido mortal. Pero soy inocente. Además, sentía una gran admiración por el doctor. Era su ayudante. Llevábamos muchos años de trabajo entregados a la creación del autómata perfecto. Le dimos forma de mujer. Y lo conseguimos. ¡Vaya si lo conseguimos!. Sus movimientos rozaban la perfección absoluta, como su cuerpo, tan esbelto, tan armonioso. Una verdadera obra de arte. Pero el doctor se enamoró de ella. Era tan real. Por eso mismo no pudo soportar que su creación le rechazase. Y en un ataque de ira comenzó a darle martillazos. Hasta que desprendió la cabeza y cayó sobre la suya, para después venir rodando a mis pies. Aun no sé por qué lo hice, pero la cogí, sin darme cuenta de que había dejado mis huellas en ella.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Billie Holiday - Sophisticated Lady (https://www.youtube.com/watch?v=bAXLGLzQNTI)