18 de septiembre de 2012




Confieso que nunca fui demasiado agraciado, como tampoco lo fue Betsy, la chica de la que me enamoré en el instituto y con la que después me casé. Tuvimos una hija, Mary Lou, que, inevitablemente, heredó nuestros genes. Betsy y yo tratamos de darle la mejor educación y todo nuestro cariño pero, aún así, ella nunca pareció superar su complejo. Nos decía que los chicos de su clase se sentían incómodos ante su presencia prefiriendo flirtear con las otras chicas quienes, además, se mostraban esquivas con ella. Nosotros procuramos restarle importancia ya que lo atribuíamos a la cosa de la adolescencia, hasta que intervino la dirección del colegio y después un juez de menores, quien decidió internarla en un reformatorio. La alegría que días atrás nos produjo el que Mary Lou fuese invitada a un cumpleaños se tornó en tragedia cuando se descubrió que la tarta que ella misma hizo estaba condimentada con matarratas.
· Fondo musical para acompañar la lectura: The Stereos - I really love you (http://www.youtube.com/watch?v=klxzUZxKYII)