20 de septiembre de 2012



A pesar de su excesivo mutismo y su escaso carácter, siempre admiré a mi padre. Algo que todas las noches le reprochaba mi madre, aguantando su cansancio mientras preparaba la cena. Y no era para menos, ya que ella se había creado grandes ilusiones cuando, poco después de casarse, él heredó la barbería que fundó el bisabuelo e hizo próspera el abuelo. Pero la realidad fue muy distinta y los incipientes desconchones de las paredes de nuestra casa parecían avivar cada día más la frustración de mi madre. Yo sabía que mi padre tampoco poseía una gran lucidez, pero conocía a fondo el oficio y el negocio. Hasta que comprendí su silencio cuando un día, paseando por la calle con él, advertí que los antiguos clientes del vecindario que se cruzaban a nuestro paso le miraban con recelo. Me confesó que nunca quiso hacer daño a nadie pero que su mal pulso siempre se lo había impedido.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Mills Brothers - Swing for sale (http://www.youtube.com/watch?v=ZpAuOTXkn0Y&feature=related)