9 de abril de 2014




Mi hermano y yo deseábamos tener una televisión, como nuestros amigos del colegio. Pero nuestro padre se negaba. Decía que se podían hacer cosas mucho más interesantes antes que estar atontados delante de la pantalla. Pero nosotros nos habíamos propuesto conseguir tan preciado tesoro. Y el primer plan de ataque fue, como suele ser en estos casos, repetir, día tras día, cuando llegaba a casa después de un duro día en la oficina, la monserga de que nos comprase una. Pero ante la firmeza que siempre mostraba llegó un momento en que nos dimos cuenta que debíamos recurrir a la persuasión psicológica. Era la época en que emitían la serie de Batman e intentamos ablandarle su corazón diciéndole que éramos los únicos en todo el colegio que no la veían, que por ello nos habían condenado al ostracismo y que cuando nos veían pasar decían cosas como que ahí iban los hermanos Wilson, los que no tenían televisor. Pero nuestro padre continuó imperturbable. Hubo después muchas más estrategias, pero fracasaron todas. Entonces mi hermano y yo decidimos quemar el último cartucho. Sabíamos que era algo extremo pero era la única opción que nos quedaba, que era convertirnos en la conciencia de nuestro padre. Seguro que conseguiríamos intimidarle, pensábamos, y nos pusimos manos a la obra. Nuestros disfraces estaban muy logrados y contábamos con el efecto sorpresa, como en las películas. Por eso no comprendimos que falló. Nos quedamos atónitos al verle lanzar una enorme carcajada desde el sillón donde estaba sentado. Después cogió la cámara y nos inmortalizó, mientras susurraba por enésima vez lo de siempre, que no iba a comprar un televisor.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Neal Hefti(Arr. Nelson Riddle) - Theme from Batman (https://www.youtube.com/watch?v=YoA9RY12JQs)