5 de diciembre de 2012



Puede que los grandes cambios sociales se produzcan en la historia con minúsculas, esa que protagoniza la gente corriente en su cotidianidad. Al menos esa fue la sensación que tuve cuando llegué a la pequeña localidad costera de Mullaghmore, durante un viaje que hice por Irlanda en el verano del 57. Yo entonces era muy joven y mis ansias por viajar las saciaba cogiendo la mochila y echándome a andar. Recuerdo que aquel lugar me sorprendió nada más pisarlo, porque al entrar en la taberna de la calle principal me di cuenta que había un grupo de mujeres bebiendo y fumando, siendo el cocinero el único hombre en el local quien, además, era el marido de la Sra, Gallagher, la mujer que regentaba el negocio. Fue ella quien me dijo, mientras me tomaba una pinta de cerveza, que eran ellas quienes llevaban las riendas del pueblo. Una situación inusual para aquella época. La Sra. Gallagher me contó que todo se originó con los MacNaughton, cinco hermanos que, ya casi sexagenarios, aún mantenían incólume su fama de juerguistas y bebedores. Al parecer, según me dijo la Sra. Gallagher, el año anterior, durante la celebración de San Patricio, sus respectivas esposas se amotinaron cruzándose de brazos en la cocina. Lo que en principio era una íntima y simple protesta familiar se convirtió, por la cosa del boca oreja, en una reivindicación popular de gran escala. No volví a tener noticias de lo que pasó después, pero lo que si pude constatar, al menos en los días que duró mi estancia, es que los MacNaughton sólo bebían agua mineral.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The wild colonial boy / River cottage - BSO de El hombre tranquilo (The quiet man, John Ford, 1952) (http://www.youtube.com/watch?v=dCIef55zzMM)