4 de diciembre de 2012



Dicen que cuando nació el tío François la alegría del abuelo fue tan enorme que pasó tres días festejando el acontecimiento con todos sus vecinos de la pequeña villa de Saint–Amand–en–Puisaye. Algo que fue una sorpresa para propios y extraños dada su fama de hombre huraño y autoritario. Después de cinco hijas por fin había venido al mundo quien estaba predestinado a heredar su pequeña empresa embotelladora. Es por ello que no escatimó medios para proporcionar una buena educación al chico a quién, tras acabar los estudios de bachillerato, mandó a estudiar a París. Pero lo que el abuelo no sabía, y ni tan siquiera pudo imaginar, es que el tío arrastraba desde su niñez una sensibilidad especial. La abuela lo sabía y procuró mantenerlo en secreto para no despertar las iras de su marido. Al parecer la agitación interior del tío regurgitó cuando vio a Louis Jouvet en “La escuela de las mujeres” de Moliére. Ese día supo que quería ser actor. Tras abandonar sus estudios universitarios y matricularse en una escuela de arte dramático, el tío cumplió su sueño mucho tiempo después, cuando debutó con un pequeño papel en el que se vestía de mujer en una obra de arte y ensayo. La tía Anabelle, que fue el único familiar que le vio actuar, le hizo la única imagen que existe del tío sobre un escenario, ya que su interpretación tuvo tal convicción que le encasillarían en ese tipo de roles durante el resto de su carrera. Y el abuelo jamás se enteró del asunto, porque falleció prematuramente, imaginando el futuro de su negocio con su hijo al frente.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Tino Rossi - Luna rossa (https://www.youtube.com/watch?v=T9lvlbD3-PU)