11 de diciembre de 2012



Los caminos profesionales de Ramón Martínez, un tornero español que había emigrado a la tierra de la gran promesa en busca de nuevas oportunidades, y Bert Darnell, el propietario de un conocido restaurante de Bethlehem, Connecticut, se cruzaron por obra y gracia de Adam Bell. Bell, que era natural de aquella localidad, había regresado de Nueva York donde había permanecido varios años empapándose de las últimas tendencias artísticas del momento. Decía que allí se había hecho muy amigo de Jackson Pollock, Mark Rothko y Donald Judd, siendo este último el causante, según él, de que se declinase definitivamente por la escultura. Algo que a Bert Darnell le dio igual cuando le encargó la figura de un indio para la puerta de su establecimiento. Pero lo que no pudo prever la petulancia de Bell es que su escaso talento sería el causante de una buena acción. Había cometido un error de cálculo que salió a la luz cuando instalaron la estatua delante del local, momento en el que apareció Ramón Martínez solicitando trabajo. Como aquella se inclinaba hacia el lado izquierdo y Darnell no quería deshacerse de ella, le hizo una propuesta a Ramón, quién no se lo pensó dos veces, a pesar de que su nuevo puesto requería mucha quietud.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Thelonious Monk - Blue Monk (https://www.youtube.com/watch?v=J4X5folutT8)