23 de abril de 2012



A mi madre no le gustaba que pasase demasiado tiempo en la calle holgazaneando con mis amigos del barrio. He de confesar que éramos tres mequetrefes con imagen de tipos duros. Pero había que hacerse respetar de alguna manera en una jungla como era en aquel entonces Brooklyn. Y a pesar del cierto aire de distinción que me daba la pipa de mi difunto abuelo, de la cara de malo que ponía Ezra cerrando un ojo y la mirada desafiante que gastaba Tomasso, nuestras vidas de delincuentes no fueron más allá de ser los chicos de los recados de Charlie Siegel. Aún así, con mis dos amigos y sin apenas dinero en el bolsillo, pasé los mejores años de mi vida.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Louis Armstrong - On the sunny side of the street (http://www.youtube.com/watch?v=Nn3soYbSpS4)