11 de septiembre de 2015




Habíamos llegado aquella mañana del 14 de julio de 1935 a Washington siguiendo la pista de Ernst Steiner. Pero lo que no pude imaginar es que mi ayudante acabaría truncando la operación por culpa de sus extravagantes gustos gastronómicos. Una operación que había comenzado un año antes, ante la sospecha de que Steiner era un agente de contraespionaje, llevándonos a seguir su rastro por varias ciudades de Europa. Hasta que en Lisboa cogió un vuelo a Washington. Al llegar allí se confirmaron nuestras suposiciones, con el agravante de que descubrimos que tenía contactos con las altas esferas diplomáticas. Entonces la misión adquirió un nuevo caríz al vernos obligados a medir con exactitud cada uno de nuestros pasos. Es por eso que, cuando supimos que era uno de los invitados a la comida que la embajada Francesa había organizado con motivo de la celebración de su fiesta nacional, tuvimos que actuar con la máxima discreción, porque estábamos sentados en la misma mesa que él. Pero a mi ayudante no se le ocurrió mejor idea que poner ketchup en las ostras, malogrando definitivamente la operación.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Weintraub Syncopators - Nostalgico slow.