25 de octubre de 2014




Aquel día lluvioso de otoño un abatido Frédéric debe de tomar una determinación. Pasa la mañana paseando por los Campos Elíseos absorto en sus pensamientos. Su vida, piensa, depende de una decisión que, sea cual sea, determinará el curso de su existencia. Por un lado sabe que si la respuesta es afirmativa se abrirán dos posibilidades, que se cumplan sus deseos o que, por el contrario, sea una broma del destino y ello le implique ser, entre otras cosas, el hazmerreír entre quienes le conocen. Pero en caso negativo, se vuelve a repetir la jugada, es decir, aparecen otras dos opciones. O bien que no pase absolutamente nada, con lo que su credibilidad se mantendría incólume pero con la duda permanente de lo que hubiese podido suceder en caso de elegir lo contrario. Y lo contrario, que es precisamente la otra opción, aunque a expensas de que finalmente pudiese ser un espejismo fruto de su imaginación. Pero por el momento Frédéric decide no decir nada a nadie sobre su preciada posesión porque hay algo raro en el genio de la lámpara. No solo la forma del recipiente difiere del original, sino que el genio siempre sonríe de manera perversa mientras fuma un cigarrillo tras otro. Y eso le resulta un poco sospechoso.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Lucette Raillat - La môme aux boutons (https://www.youtube.com/watch?v=xuoaT0Df42k)