7 de noviembre de 2014




Muy pronto la agente Olga Ivanova Kuznetsov habría de convertirse en heroína nacional cuando aquel 12 de marzo de 1923 se enfrentó a una amenaza que las autoridades se apresuraron a ocultar para tratar de evitar el pánico en la población. Olga Ivanova, quien siempre mantuvo su rostro en el anonimato, fue expresamente escogida por los servicios de inteligencia al haber sido la primera de su promoción en la escuela militar. Ella, que era una mujer inteligente, fría, experta en técnicas de camuflaje y, según algunos testimonios, en las artes de la seducción, había sido la elegida para afrontar una misión de extrema delicadeza. Los informes confidenciales de la agencia espacial detallaban que una de las estaciones situadas en Siberia Oriental había detectado varios objetos no identificados que habían caído del cielo, lo que hizo sospechar al estado mayor que podría tratarse de una invasión extraterrestre. Y esa fue la versión oficial durante más de medio siglo, hasta que Olga Ivanova, ya muy anciana y con síntomas de demencia senil, empezó a contarles a sus compañeros del asilo como detuvo aquella invasión. Había inmovilizado al cabecilla, decía, un alienígena de aspecto muy tosco que se hacía llamar Oleg Basiliev quien en esos momentos trataba de desenganchar unos paracaídas de unas enormes cajas de madera que estaban esparcidas por la zona. Pero lo que le resultó más extraño, decía, era que todas contenían botellas de whisky de Malta. Y aún así, ella no dijo nada, porque se trataba de una misión secreta.

(Foto: cortesía de Lola Herrero)


· Fondo musical para acompañar la lectura: Lidiya Ruslanova - Katyuska (https://www.youtube.com/watch?v=jHWmkLIFx7s)