4 de diciembre de 2013



Mis investigaciones para tratar de averiguar las causas que me habían llevado a un estado de ambigua levedad hicieron que descubriese un asunto espeluznante que había ocurrido mucho tiempo atrás. No sé muy bien como ni cuando, pero en un momento dado estaba rebuscando entre los legajos de la biblioteca de la universidad de Oxford donde hallé unos informes sobre un hecho insólito. Ante la imposibilidad de dominar mi curiosidad me entregué de forma obsesiva a estudiar tan enigmático suceso, ya que sus circunstancias me eran extrañamente familiares. Hasta que surgió la primera pista. Una repentina inquietud recorrió mi ser. Dudé unos instantes, pero decidí, sin más dilación, seguir su rastro, que me llevaba hasta el cementerio de Wolvercote, a donde me dirigí ya entrada la medianoche. Después de examinar con detenimiento una infinidad de tumbas, no encontré nada revelador, lo que me sumió en una profunda desesperación, con la impresión de que había llegado a un camino sin salida. Sin embargo había algo imperceptible en el ambiente que acrecentaba el misterio, que me producía la escalofriante sensación de que nadie parecía percatarse de mi presencia. No sabía lo que era. Tampoco le di importancia, y continué con mis indagaciones, sin prever que la terrorífica realidad que descubriría después me sumiría en una dramática angustia que, desde entonces, me atormenta impunemente. El aterrador hallazgo fue aquella fotografía. La imagen de una perversa novatada. La trágica constatación de que era un ente etéreo, un espíritu, porque aquel hombre decapitado era yo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Johann Sebastian Bach - Erbarme dich, de La pasión según San Mateo (Julia Hamari, Karl Richter, Münchener Bach Orchesterm Chor & Chorbuben, 1971) (http://www.youtube.com/watch?v=aPAiH9XhTHc)