24 de mayo de 2014
Quizá vivimos demasiado ciegos sin ver las realidades de los demás. Pero es una situación ardua cuando uno sufre en silencio un drama que pasa desapercibido para quienes te rodean. Pero no me puedo quejar porque, a pesar de todo, conseguí estar ahí. Puede que los haya que no entiendan nada de lo que digo, y tampoco voy a intentar explicarlo, porque no lo sé y porque no voy a tratar de convencer a nadie de lo contrario. Cada cual que haga lo que quiera y que piense lo que le de la gana. Es cosa de la conciencia de cada uno. Aunque también, estoy seguro, que los habrá que me tachen de ser un marciano, o que exagero demasiado. No voy a persuadirles. Pero les pido comprensión, y que no se rían de mí. Traté de hacerlo lo mejor que pude. Incluso mis dudas me hicieron pasar muchas noches en vela. Y a pesar de eso, de mis esfuerzos, no conseguí hallar una solución a aquella congoja que me llevó al naufragio. Porque yo sentía vocación, y siempre hice por estar allí, con mi sotana. Sin embargo, una vez más, volví a salir en un segundo plano. Siempre de espaldas, como si eso fuera un estigma. No tengo siquiera fotografía en la que salga de frente, con mi alzacuello. Hasta que pensé en Van Gogh, que quiso ser pastor y fracasó. Sólo que me di cuenta, mucho tiempo después, que había una pequeña diferencia, que yo no sabía dibujar.
· Fondo musical para acompañar la lectura: Tomás Luis de Victoria - Amicus meus / Iudas mercator pessimus (The Tallis Scholars/Peter Philips) (https://www.youtube.com/watch?v=OuGgCW3_oCo)