La osadía de aquella tarde de domingo le costó cara a Wilbur McNeill quien, tras un leve forcejeo fue detenido y llevado a la comisaría del condado de West Midlands. Después, ante el cariz que habían tomado los acontecimientos, y que algunos calificaron como un acto de locura, el juez de guardia ordenó, a modo de prevención, que se le realizase un primer examen psiquiátrico. Y por si fuera poco, el físico no demasiado agraciado de Wilbur generó todavía más dudas por las contradicciones de los testimonios recabados ya que, si bien su cara despertó los recelos de unos, también hubo quienes le vieron enternecedor porque además venía acompañado por un niño risueño y ocurrente. Lo que llevó a pensar al juez de que podría tratarse de un caso de doble personalidad. Días después del escándalo, Bill McAllister, el cronista de sociedad del periódico local, consiguió localizar al crío quien resultó ser el sobrino de Wilbur, que había accedido, no sin resignación, a llevar al chico a la final del torneo de críquet, a pesar de que para él era un juego absurdo y aburrido. Y es ahí cuando Wilbur, en medio de todo el furor general y viendo que su sobrino estaba muy entretenido, sacó un libro y se puso a leer sin pesar que estaban sentados en primera fila, a la vista de todo el mundo.
(foto: cortesía de Lola Herrero)
· Fondo musical para acompañar la lectura: Elizabeth Wheeler - The last Rose of summner (1909) (https://www.youtube.com/watch?v=HIfc84Z-ces)