Por mucho que juré y perjuré con la fotografía como prueba de lo que vi, no conseguí que me creyesen, sino más bien que me tildasen de gracioso, despachándome minutos después con un «venga chaval» y una palmada en la espalda. Indignado les respondí que iría a hablar con instancias más altas, de que llegaría el día en el que se arrepentirían de sus palabras. Ahora, que han pasado tantos años, pienso que la causa de que no me hubiesen tomado en serio era mi cara aniñada, que me hacia aparentar menos años de los que en realidad tenía, catorce recién cumplidos, como también mi ingenuidad, ya que en una comisaría de una pequeña ciudad de provincias no sabían nada de esas cosas. Pero mi empeño por reivindicar la verdad me impulsó a seguir adelante. Estos últimos treinta años me los he pasado recorriendo despachos oficiales y entrevistándome con comités científicos, aunque sin demasiados resultados. Hasta ahora, porque creo que, más que nunca, el esfuerzo ha merecido la pena. Mañana tengo una cita en la NASA para enseñarles lo que tanto tiempo llevo intentando demostrar, la evidencia de que hay vida extraterrestre.
· Fondo musical para acompañar la lectura: Ames Brothers - No moon at all (https://www.youtube.com/watch?v=uEUgyjBQCJU)