21 de diciembre de 2012



Aún recuerdo aquellas Navidades del 37 cuando mi familia vivió por primera vez una situación desesperada. Desde hacía muchas generaciones todos se habían dedicado al campo. Mi padre, que era un hombre entregado en cuerpo y alma a la tierra, jamás manifestó queja alguna cuando a final de cada mes hacía el recuento de los exiguos ingresos que entraban en casa. Mi madre tampoco se lamentaba. Al fin y al cabo era una mujer de fuerte carácter que sabía que el único camino posible era mantener la firmeza porque siempre había muchas cosas que hacer para mantener unida a la familia. El New Deal de Roosevelt poco se notaba en el ámbito rural tejano y a mis padres, que no estaban al tanto de los asuntos de la política, tampoco les afectó demasiado porque siempre habían tenido tan poco que, por poco que fuese, ya era un motivo de alegría. Y aún así, jamás perdieron el aliento. Pero en aquellas fatídicas Navidades del 37 la cosecha se había perdido y apenas había que llevarse a la boca. La tía Jill pensó en el tío Bart, que hacía un par de años se había marchado a Miles City, en Montana, para trabajar en una fábrica de acero. El tío tampoco podía ofrecer mucha ayuda económica porque tenía un sueldo precario. Pero era cazador en sus ratos libres, por lo que para que no nos faltase de nada en esos días tan señalados, se las apañó para mandarnos las mejores piezas que capturaba. Recuerdo que tenían un sabor extraño, pero en aquellos días eso poco nos importó.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Sonny Boy Williamson - Sonny Boy's Christmas Blues (https://www.youtube.com/watch?v=jGFnSqMFQFo)

20 de diciembre de 2012



Ya se que puede parecer algo muy manido, pero a mi también me impresionó “Un cuento de Navidad” de Charles Dickens. Aunque también he de confesar que Mr. Scrooge me daba bastante igual. Lo que realmente me tenía hipnotizado eran los espíritus, y no porque fuesen de las Navidades pasadas, presentes y futuras, sino por el hecho de que precisamente eran eso, espíritus. Es por ello que durante mi infancia me pasé cada Nochebuena en vela, esperando que apareciese alguno de ellos. Muchos de ustedes me dirán que jamás me visitaron. Y aunque eso es lo que siempre he creído, aún, hoy en día, y después de tanto tiempo, sigo con la duda sobre lo que realmente sucedió aquel 25 de diciembre de 1929, cuando mi madre le dijo a la tía Betsy, que era soltera, que nos hiciera un retrato a toda la familia y ésta, sin dudarlo, se colocó y pulsó el disparador justo en el momento en el que probaba mi flamante regalo, una radio de última generación. Pero varios días más tarde, al ver la instantánea me inquietó aquel fenómeno que había salido de mi aparato. Y mi padre, con esa gravedad que le caracterizaba al hablar, me calmó diciéndome que no había nada extraño, que era normal que ese nuevo invento tan preciso como era la cámara captase lo que iba por el aire.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Butterbeans and Susie - Papa ain't no Santa Claus (Mama ain't no Chistmas tree)

19 de diciembre de 2012



Mi abuelo Walt nunca tuvo demasiada suerte en la vida a pesar de que fue un gran soñador. Ello tampoco quería decir que hiciese lo justo para poder dedicarse a holgazanear el resto del tiempo, como le sucedía a muchos de sus amigos. No, no se engañen, él se presentó a cada una de las oportunidades que se le cruzaron por su camino, aunque no fuesen demasiado prometedoras. Decía, mientras esbozaba una sonrisa, que las cosas venían así y que había que aceptarlas. Porque el abuelo, según me contó mi padre, tenía un sentido del humor muy sutil y una gran capacidad de adaptación. Le daba igual todo eso del reconocimiento y del estatus social porque él sólo quería soñar. Sin embargo, el destino pareció reconciliarse con él, proporcionándole el que sería el único golpe de suerte de su vida al ganar por primera vez un premio. Ya era socio del club de jubilados cuando sus directivos, por la cosa de la Navidad y de los nietos, decidieron organizar una fiesta dos días antes de Nochebuena. Y por darle más veracidad al asunto, convocaron un concurso en el barrio para encontrar al que tuviese un mayor parecido con Santa Claus. El abuelo Walt sólo tuvo que ponerse un gorro rojo, porque la barba ya la tenía. De hecho, era la única barba que no era postiza. No recuerdo que premio le dieron, porque era muy pequeño. Mi padre tampoco, pero me contó que el abuelo se había emocionado mucho.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bob Wills - Santa is on his way (http://www.youtube.com/watch?v=v9hirFHx2J4)

18 de diciembre de 2012



El niño que ven vestido de marinero soy yo. Y el señor que frunce el ceño y que me sostiene en su regazo es mi padre. No, no quiero que piensen cosas raras porque utilice estos términos. Mi padre no era mala persona. Tan sólo el director general de una importante compañía bursátil que estaba acostumbrado a hacer las cosas a lo grande. Es por ello que todo lo que se hacía en casa y que pasaba por sus manos, por muy íntimo y familiar que fuese, acababa convertido en algo desproporcionado y pomposo. Él decía que había que cuidar la imagen para causar buena impresión entre sus influyentes amistades que, normalmente, invitaba a un coctel en casa los días previos a las fiestas. Por ello, cada año se empeñaba en buscar el árbol más grande, para luego, de paso, hacernos la acostumbrada fotografía delante del mismo y en la que quedase patente nuestra dicha familiar, y mandarla después como felicitación navideña a sus omnipotentes contactos del mundo financiero. Era todavía muy pequeño para comprender esas cosas. Ni tan siquiera sabía lo que quería decir mi madre cuando le acusaba de tener demasiadas ínfulas. Pero de toda esa parafernalia lo que me fastidiaba era que siempre tuviésemos que aparecer en una esquina, pequeñitos, para que se viese bien la grandeza del dichoso árbol.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Yogi Yorgesson - Yingle Bells (https://www.youtube.com/watch?v=hEjui8NHKq4)

17 de diciembre de 2012




Cuando me encontraba en la biblioteca pública de Crookston realizando un trabajo para la universidad hallé por casualidad una noticia en un antiguo periódico local que me llamó poderosamente la atención. Hacía referencia a John Watts, un oscuro historiador que había presentado en público el que era según él un gran hallazgo para la humanidad. Afirmaba que, tras más de veinte años de investigación, había encontrado al verdadero Santa Claus. Watts consiguió sacarlo de su pequeña cabaña situada en un lugar remoto de Minnesota, del que omitió su nombre por seguridad, para ir a un estudio fotográfico y retratarse con él y su ayudante, un hombre de baja estatura procedente del espacio exterior. Con ello Watts pretendía subsanar el engaño sufrido por generaciones de niños de que Papa Nöel era un hombre orondo vestido de rojo que vivía en el Polo Norte con un grupo de duendes quienes, por amor al arte, le ayudaban en el arte de fabricar juguetes. Después de tantos años aún sigo sin averiguar que pasó con Watts y su descubrimiento pero, aún así, les puedo decir que prosigo mi búsqueda en archivos y bibliotecas con la esperanza de encontrar algún día más indicios.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bumble Bee Slim - Christmas and no Santa Claus (http://www.youtube.com/watch?v=ms82Vi3pg_g)

13 de diciembre de 2012



Charlie Stevens era un gran aficionado al whisky escocés que trabajó como acomodador en el Theatre Royal de New Castle hasta aquella noche en la que Jack Slocombe, gracias a sus influencias, consiguió estrenar su primera y única obra de teatro. Jack siempre fue un petimetre engreído que miraba por encima de los hombros a los demás. En parte era algo natural, ya que era el único varón de una acaudalada familia, lo que le acostumbró a hacer lo que le venía en gana. De ahí que Jack desarrollase una alta estima sobre sí mismo, convirtiéndose con el tiempo en uno de los mayores cretinos de la ciudad. Lo que la casualidad quiso aquella noche del estreno, es que asistiese al mismo Alexander Mills, el vanidoso crítico teatral de The Times y antiguo rival de Jack desde que se conocieron en la universidad. Como también quiso el azar que ese día Charlie acudiese a su puesto de trabajo con unas copas de más. La representación adquirió unos tintes surrealistas, porque Charlie, dada su ebriedad, se dedicó a entrar y salir dando saltitos por el pasillo del patio de butacas. Jack pensó que aquel tipo lo había contratado Alexander para arruinar su función; éste último creyó que era cosa de Jack, para que no prestase demasiada atención a la obra y así evitar una mala crítica; el público asistente vio aquello como una nueva experimentación de vanguardia; y Philip Owens, el director de la sala, sin perder la compostura, llamó a la policía.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Ambrose & His Orchestra - Scatter Brain (https://www.youtube.com/watch?v=BUK4yF5xpZs)

11 de diciembre de 2012



Los caminos profesionales de Ramón Martínez, un tornero español que había emigrado a la tierra de la gran promesa en busca de nuevas oportunidades, y Bert Darnell, el propietario de un conocido restaurante de Bethlehem, Connecticut, se cruzaron por obra y gracia de Adam Bell. Bell, que era natural de aquella localidad, había regresado de Nueva York donde había permanecido varios años empapándose de las últimas tendencias artísticas del momento. Decía que allí se había hecho muy amigo de Jackson Pollock, Mark Rothko y Donald Judd, siendo este último el causante, según él, de que se declinase definitivamente por la escultura. Algo que a Bert Darnell le dio igual cuando le encargó la figura de un indio para la puerta de su establecimiento. Pero lo que no pudo prever la petulancia de Bell es que su escaso talento sería el causante de una buena acción. Había cometido un error de cálculo que salió a la luz cuando instalaron la estatua delante del local, momento en el que apareció Ramón Martínez solicitando trabajo. Como aquella se inclinaba hacia el lado izquierdo y Darnell no quería deshacerse de ella, le hizo una propuesta a Ramón, quién no se lo pensó dos veces, a pesar de que su nuevo puesto requería mucha quietud.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Thelonious Monk - Blue Monk (https://www.youtube.com/watch?v=J4X5folutT8)

10 de diciembre de 2012



Aunque hay circunstancias que no se han podido verificar, dicen que la fama de gafe de Honoré Bonheur prorrumpió en el mismo momento en el que nació, porque ese día se produjo una gran inundación. Cuentan que su niñez estuvo marcada por numerosos infortunios que afectaron a varios miembros de su familia, siendo el más sonado el que aconteció una tarde de otoño, cuando al abuelo, que bajaba por una ladera, le cayó un rayo justo en el momento en el que Honoré lo señalaba con el dedo al responder a su madre donde estaba el anciano. Después, al parecer se convirtió en un joven apuesto que encandilaba a cuantas jóvenes se cruzaban con él, aunque su condición de cenizo siguió ocasionándole no pocos malentendidos y situaciones rocambolescas allá por donde fuese. Cuenta la leyenda que durante la guerra, Honoré se percató que las continuas calamidades que sufría su regimiento eran debidas a su presencia por lo que, para evitar males mayores, decidió desertar. La versión más extendida dice que le capturaron al poco tiempo y que, tras ser juzgado por una corte marcial, lo llevaron ante un pelotón de ejecución formado por cuatro mujeres, ya que en aquellos días todos los hombres se hallaban en el frente. Como también su sino le volvió a jugar una nueva mala pasada, porque las cuatro chicas habían sido antiguas novias suyas.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Django Reinhardt - I can't give you anything but love (http://www.youtube.com/watch?v=HTX2ahPhHS8)

5 de diciembre de 2012



Puede que los grandes cambios sociales se produzcan en la historia con minúsculas, esa que protagoniza la gente corriente en su cotidianidad. Al menos esa fue la sensación que tuve cuando llegué a la pequeña localidad costera de Mullaghmore, durante un viaje que hice por Irlanda en el verano del 57. Yo entonces era muy joven y mis ansias por viajar las saciaba cogiendo la mochila y echándome a andar. Recuerdo que aquel lugar me sorprendió nada más pisarlo, porque al entrar en la taberna de la calle principal me di cuenta que había un grupo de mujeres bebiendo y fumando, siendo el cocinero el único hombre en el local quien, además, era el marido de la Sra, Gallagher, la mujer que regentaba el negocio. Fue ella quien me dijo, mientras me tomaba una pinta de cerveza, que eran ellas quienes llevaban las riendas del pueblo. Una situación inusual para aquella época. La Sra. Gallagher me contó que todo se originó con los MacNaughton, cinco hermanos que, ya casi sexagenarios, aún mantenían incólume su fama de juerguistas y bebedores. Al parecer, según me dijo la Sra. Gallagher, el año anterior, durante la celebración de San Patricio, sus respectivas esposas se amotinaron cruzándose de brazos en la cocina. Lo que en principio era una íntima y simple protesta familiar se convirtió, por la cosa del boca oreja, en una reivindicación popular de gran escala. No volví a tener noticias de lo que pasó después, pero lo que si pude constatar, al menos en los días que duró mi estancia, es que los MacNaughton sólo bebían agua mineral.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The wild colonial boy / River cottage - BSO de El hombre tranquilo (The quiet man, John Ford, 1952) (http://www.youtube.com/watch?v=dCIef55zzMM)

4 de diciembre de 2012



Dicen que cuando nació el tío François la alegría del abuelo fue tan enorme que pasó tres días festejando el acontecimiento con todos sus vecinos de la pequeña villa de Saint–Amand–en–Puisaye. Algo que fue una sorpresa para propios y extraños dada su fama de hombre huraño y autoritario. Después de cinco hijas por fin había venido al mundo quien estaba predestinado a heredar su pequeña empresa embotelladora. Es por ello que no escatimó medios para proporcionar una buena educación al chico a quién, tras acabar los estudios de bachillerato, mandó a estudiar a París. Pero lo que el abuelo no sabía, y ni tan siquiera pudo imaginar, es que el tío arrastraba desde su niñez una sensibilidad especial. La abuela lo sabía y procuró mantenerlo en secreto para no despertar las iras de su marido. Al parecer la agitación interior del tío regurgitó cuando vio a Louis Jouvet en “La escuela de las mujeres” de Moliére. Ese día supo que quería ser actor. Tras abandonar sus estudios universitarios y matricularse en una escuela de arte dramático, el tío cumplió su sueño mucho tiempo después, cuando debutó con un pequeño papel en el que se vestía de mujer en una obra de arte y ensayo. La tía Anabelle, que fue el único familiar que le vio actuar, le hizo la única imagen que existe del tío sobre un escenario, ya que su interpretación tuvo tal convicción que le encasillarían en ese tipo de roles durante el resto de su carrera. Y el abuelo jamás se enteró del asunto, porque falleció prematuramente, imaginando el futuro de su negocio con su hijo al frente.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Tino Rossi - Luna rossa (https://www.youtube.com/watch?v=T9lvlbD3-PU)

3 de diciembre de 2012



El primo Morton fue una persona muy entrañable cuya extrema timidez le convirtió en el típico chico rarito imprescindible en toda promoción de cualquier instituto que se precie. Algo a lo que contribuyó su escasa forma física y su torpeza para coger un balón, lo que le relegó desde un principio al puesto de cuidar los relojes en el lugar menos propicio para recibir balonazos mientras sus compañeros jugaban el partido de turno. Es esa una de las razones por la que pasó desapercibido ante las chicas, aunque el primo, que también tenía su corazoncito, siempre procuró en todo momento no dar muestras de debilidad, recurriendo a la biblioteca, en donde se entregaba durante horas a la resolución de ecuaciones para tratar de no pensar en esas cosas. De ahí sus excelentes resultados académicos que le permitieron después estudiar en una buena universidad. Aunque su paso por ella fue un poco más de lo mismo. Hasta que su suerte cambió cuando conoció a Rosalind mientras cumplía el servicio militar en Honolulu, descubriendo ambos el gran paralelismo que había en sus vidas. Además, ella supo extraer lo mejor del primo Morton quien, para asombro de la familia, resultó ser poseedor de una gran vis cómica.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Royal Jokers - You tickle me, baby (https://www.youtube.com/watch?v=VVi7OE20xVU)

30 de noviembre de 2012



Mi padre no fue el mismo a partir de aquel 3 de mayo de 1969, cuando una llamada telefónica le comunicó que habían detenido a nuestro hermano Ricardo en el aeropuerto de Toronto. La esperanza de la familia, el estudiante ejemplar en el que nos teníamos que fijar los demás hijos y al que acababan de conceder una prestigiosa beca para estudiar matemáticas en la universidad de aquella ciudad, le habían arrestado al bajarse del avión. Desde un primer momento y entre sollozos, mi padre lo achacó a sus vestimentas que, según él, que era un respetable inspector de hacienda, eran demasiado extravagantes. Decía, además, que la tez morena de Ricardo, que era nuestro rasgo genético familiar más característico ya que éramos oriundos del sur, hacía destacar si cabe aún más los collares, las camisas y los chalecos estampados que se ponía. Recuerdo que, aunque mi padre se sentía muy orgulloso de sus resultados académicos, siempre le insistía que debía quitarse el bigote, hacerse una raya en el pelo y ponerse corbata, ya que así los catedráticos le tomarían más en serio. Pero mi hermano, que ya en el instituto había sentido la llamada del “hippismo”, le replicaba que nada tenía que ver la vestimenta con la sapiencia. Pero lo peor fue que, a pesar de su brillante cabeza, Ricardo era un ser muy tímido y cuando los agentes le invitaron a que se identificase, no se le ocurrió otra cosa que improvisar un nombre para salvaguardar su integridad. No supimos de donde lo sacaría, ni tampoco como solucionó el asunto, ya que las noticias posteriores que tuvimos de él fueron tan escasas como ambiguas. Sospechábamos que había abandonado las matemáticas, y aún así, para evitar males mayores, no quisimos decir nada a mi padre.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Jimi Hendrix - Little wing (https://www.youtube.com/watch?v=a9-2vjzhwrs)

29 de noviembre de 2012



Los problemas del tío Théophile comenzaron en su adolescencia, cuando a su temprana tendencia por la vida contemplativa se unió su vocación de convertirse en "bon vivant". Algo que produjo una suerte de hecatombe familiar el día en que se lo confesó al abuelo, cuando éste, cansado de su indolencia, decidió hablar seriamente con él. La abuela, que siempre trató de mediar entre ambos dado el monumental enfado de su marido, intentó ayudar al tío. Es por eso que, con el fin de hacerle descubrir alguna habilidad, procuró incentivarle apuntándole en diversas actividades. Pero el tío acababa cansándose muy pronto de todas ellas. Hasta que, cuando todo el mundo estaba a punto de tirar la toalla dándole por un caso perdido, hubo alguien de la familia a quien de súbito le vino la inspiración. La idea se acogió con cierta satisfacción, y aunque tampoco los resultados fueron los esperados ya que demostró una vez más su ineptitud, al menos tenía una ocupación. Y lo que fue más importante para el abuelo, que la quietud que requería tal labor disimulaba casi a la perfección la holgazanería del tío, ofreciendo una imagen más amable hacia los demás.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Stéphane Grappelli - Makin' whoopee (https://www.youtube.com/watch?v=qHm8B7ibeUY)

28 de noviembre de 2012



Recuerdo que me cogió un poco de improviso. También es cierto que a esa edad no se tiene demasiada conciencia de las cosas. Y yo, desde luego, no la tenía. Era aún pequeña. Pero el simple hecho de sentirme princesa por un día era algo muy tentador, incluso diría que maravilloso, por la simple razón de que todas las miradas se dirigirían a mí. Y si les soy sincera, esa fue mi mayor preocupación, mucho más que mis malas notas en matemáticas. Al fin y al cabo, quería ser el centro de atención y estaba dispuesta a hacer lo posible con tal de cumplir mi deseo, aunque todo estuviese supeditado a la economía familiar que, por otra parte tampoco era muy boyante. Pero ni falta que hacia, porque había otras cosas más importantes para mí y, además, al final tampoco vino mucha gente. Éramos una familia muy pequeña y mis progenitores tampoco tuvieron lo que se dice una gran vida social. Mas bien al contrario, ya que mi padre tenía fama de tacaño y antipático y mi madre de ser una mujer introvertida. Yo jamás me atreví a preguntarles el por qué de ello, ya que a los niños nos habían enseñado que teníamos que callar y obedecer a los mayores. Sin embargo, ahora, hoy en día, cuando pienso en aquello, me doy cuenta que en el fondo me dio igual. Lo importante para mí fue que ese día todos me miraron. Aunque fuesen pocos.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Sam Cooke - Nobody knows you when your down ans out (http://www.youtube.com/watch?v=REBQrB2loAE)

27 de noviembre de 2012



El tío Benny fue una persona tan cordial como osada. Todo un personaje, decía mi padre. Pese a su aspecto bonachón, fue todo un nido de sorpresas, siendo su desmesurada afición al Jazz la que más llamó la atención de los suyos, convirtiéndole en una especie de bicho raro en la familia. El tío aprendió a tocar la trompeta en sus ratos libres y asistía a todos los conciertos que podía, sobre todo si actuaba su admirado Joe “King” Oliver. Pero su devoción también le ocasionó constantes disputas con la tía Louise que no aprobaba demasiado sus inclinaciones artísticas. La tía le decía que los negocios eran incompatibles con la vida bohemia porque los artistas tenían fama de ser gente de mal vivir, y que si ello llegaba al conocimiento de sus empleados, estos podrían perderle el respeto. El tío Benny solía hablar poco para no empeorar las cosas, y si la tía Luise elevaba la voz, él esbozaba una gran sonrisa tratando de quitarle importancia al asunto. Es por ello que ella tampoco supo que el hombre con el que estaba casada había ganado diez dólares al apostar con sus empleados que sería capaz de hacer que el primer tipo trajeado que se parase en su gasolinera se sirviese él mismo. Lo que el tío no se pudo imaginar es que su víctima fue Roscoe Barnes, el presidente de una de las principales aseguradoras de Chicago.

· Fondo musical para acompañar la lectura: King Oliver's Creole Jazz Band - Dippermouth Blues (https://www.youtube.com/watch?v=J-HJI464CVs)

26 de noviembre de 2012



A tenor de los acontecimientos narrados por mi padre, podría decirse que abuelo Robert estuvo muy alejado de ese papel que le dieron a muchos otros, a los que les suelen llamar testigos de la historia. Porque el abuelo fue un hombre muy despistado, lo que le llevó a perderse algunos de los acontecimientos importantes de su tiempo por la simple razón de que le sorprendieron mirando hacia otro lado. Algo en lo que, según la abuela, influyó el carácter contemplativo de sus compañeros del ejército del aire destinados en un pequeño aeródromo a las afueras de Glasgow, donde fue a parar de manera fortuita. Todos ellos eran civiles movilizados y como tales estaban poco duchos en estrategia militar. Sin embargo y conscientes de ello, los oficiales que estaban al mando se percataron enseguida de que todos ellos presentaban una irrefrenable tendencia común por la observación. Por lo que el teniente Richardson, el superior de mayor rango en aquel lugar, decidió aprovechar tal habilidad para misiones de vigilancia a lo largo de las pistas de aterrizaje, teniendo que dar parte de cualquier factor de riesgo, como la llegada de un frente nuboso o una posible invasión aérea, algo que al parecer no sucedió. Pero el abuelo siempre se sintió orgulloso de su servicio porque, como acredita el único documento gráfico existente de él junto con sus compañeros, tan sólo trató de cumplir su cometido lo mejor que pudo, pese a lo engañoso que pudiera resultar su gesto habitual de tener las manos metidas en los bolsillos.

· Fondo musical para acompañar la lectura:  The Ink Spots - I don't want to set the world on fire (https://www.youtube.com/watch?v=6l6vqPUM_FE)

23 de noviembre de 2012



Siempre nos consideramos niños normales. Cierto era que vivíamos a las afueras de una pequeño pueblo, en una casa grande rodeada de árboles. Nuestros padres tampoco se relacionaban demasiado con aquellas gentes, incluso les suscitaban un extraño miedo, aunque estas tampoco escatimaban al ponerse a murmurar a nuestro paso, cuando salíamos de paseo. Por ello vivíamos aislados, ajenos a todo lo que sucedía más allá de la verja de la finca. Una de las pocas conexiones con el mundo exterior era el colegio, donde mis hermanas y yo tampoco nos prodigamos en amistades, mas bien al contrario, notábamos que los otros niños se inquietaban con nuestra presencia y nos hacían el vacío. Pero no nos importaba, porque estábamos acostumbrados, como suponemos que le pasaría a cualquier hijo de actores, porque papá y mamá eran actores de teatro, aunque siempre hicieron papeles secundarios, de espectros o de cadáveres, cosas de las obras góticas que les tocaba representar, lo que les creó fama de siniestros. Nosotros solo tratábamos de seguir sus pasos, imitando algunas de sus escenas en nuestros juegos cuando venían las visitas. Pero todo empezó cuando provocamos un infarto a la pobre Sra. Jones.

· Fondo musical para acompañar la lectura:  J. S. BACH - Largo del Concierto nº 5 en Fa menor BWV 1056 - Glenn Gould (Piano) (https://www.youtube.com/watch?v=CyKXhoxj9b0)

22 de noviembre de 2012



Sí, ya sé lo que estarán pensando. Que niño tan adorable, ahí, tan mono, posando con su cestita llena de conejitos. Y que cara tan simpática. Seguro que fue un chico muy educado y responsable que siempre sacó matrículas de honor. Lo que le llevó a graduarse en Harvard con la nota más alta de su promoción, para convertirse después en un respetado hombre de negocios que sacó tiempo para promover obras filantrópicas. Quizá a muchos de ustedes les hubiese gustado tener un amigo en el colegio como él. Pero no se engañen. ¿Y si les digo que fue un gusano que pisó a todo aquel que creía que le podía hacer sombra? ¿Qué fue un tiburón de Wall Street arrogante y ambicioso que no dudó en hundir a muchas personas, incluso a sus mejores amigos, con tal de mantener su estatus y ampliar su fortuna? ¿A que ahora les he sorprendido? Pues todo lo que les acabo de decir no es cierto. Lo único que hay de verdad es que ese soy yo hace setenta años. Sí, ya sé que esperaban una gran historia, pero esa no la he tenido. Mi vida ha sido muy normal. Ni tan siquiera recuerdo que fue de aquellos conejitos. Pero me han prestado un poco de atención y eso es lo más importante para mí.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Carroll Gibbons and the Savoy Hotel Orpheans - Music Maestro please (https://www.youtube.com/watch?v=d6Q4QZm6m7Q&feature=related)

21 de noviembre de 2012



James Casey se ganó el alias de “Jimmy dos caras” desde que se inició de adolescente en el mundo de la delincuencia, cuando Marty Lancaster, su amigo de la infancia, le introdujo en la banda de Paddy Wilkins, uno de los ladrones más buscados de Newcastle. Éste pronto se dio cuenta de las habilidades de James que, desde el primer momento, puso entusiasmo y arrojo en cada robo que perpetraban. Pero su mayor destreza fue la interpretativa que, unida a su fisonomía, hizo que acabase convirtiéndose con el paso del tiempo, y para desgracia de Paddy, en el enemigo público número uno. Su táctica, según confesaron muchos años después antiguos compinches suyos, era muy sofisticada. James entraba en un banco mirando hacia el suelo. Al llegar a la ventanilla elevaba su cabeza poniendo su perfil izquierdo y, en el mismo instante que sacaba el revolver, la giraba para mirar de frente al cajero. La impresión que solía causar era tan grande que rápidamente le entregaban el dinero. Hasta que aquel fatídico 14 de abril de 1936 cambió su suerte y se terminó su carrera delictiva. Al parecer, James ya era consciente de que su rostro era demasiado conocido después de tantos atracos a cara descubierta, por lo que ese día decidió taparse con un pañuelo. La extrañeza que sintió cuando lo detuvieron se la aclararían más tarde, durante el interrogatorio. Le habían reconocido por las orejas.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Jack Payne & BBC Dance Orchestra - Whistling In The Dark (https://www.youtube.com/watch?v=kjyIA7qLzrw)

20 de noviembre de 2012



Antes de hacerse novios en el instituto de la pequeña localidad de Foley, Minnesota, y contraer matrimonio al cumplir la mayoría de edad, Bert Lambert y Fanny Williams habían pasado toda su infancia juntos. Sus familias, que se conocían desde hacía mucho tiempo, habían estrechado lazos de amistad a partir del nacimiento de ambos. No sólo llegaron al mundo en el mismo día, sino que, por los caprichos de la naturaleza, las dos criaturas vinieron con una fealdad congénita. Bert y Fanny crecieron saliendo disfrazados a la calle, porque sus respectivos progenitores trataron de hacer lo posible por que  pasasen desapercibidos y así evitar posibles sobresaltos entre sus conciudadanos. Y aunque a los niños al principio aquello les resultó muy divertido, llegó un momento en que dejó de serlo, porque con la adolescencia los intereses cambian y Bert y Fanny empezaron a ser conscientes que no tenían edad para llevar caretas, ni tampoco nada de que presumir y ni mucho menos, probabilidades de convertirse en los chicos más populares del instituto, aunque en realidad fuesen muy conocidos por todos. Sea como fuere, se convirtieron en almas gemelas y, con el paso del tiempo, tuvieron que seguir sacando fuerzas para salir adelante porque los dos hijos que nacieron de su unión heredaron sus mismos genes. Hasta que un buen día Bert y Fanny hallaron su lugar en el mundo, cuando consiguieron un empleo en un parque temático, lo que les permitió poder ir vestidos desde casa y así, por la fuerza de la costumbre, hizo que sus vecinos los acabasen viendo con naturalidad.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Blues Brothers - Stand by your man 

19 de noviembre de 2012



Bernard Ellis murió en el más absoluto de los anonimatos pese a sus esfuerzos por reivindicar que él fue la fuente de inspiración para George Gershwin cuando compuso su célebre tema “I got rhythm”. Según les relataba a sus conocidos, el médico de su familia, el Doctor Hastings, conocía al compositor y que una vez, al coincidir con él en una cafetería de Broadway, le había contado su caso. Al parecer, unos días antes, Bernard había provocado la curiosidad del galeno porque en una revisión ordinaria se había percatado de que su corazón latía con un ritmo especial, lo que le hizo pensar que llevaba la música en la sangre y que ello significaba que estaba predestinado a tener un gran futuro musical. Es por eso que se matriculó en la prestigiosa academia de Miss. Weaver en Brooklyn, pero la euforia de tal descubrimiento se disipó en tan solo la primera sesión, ya que Bernard ni tenía oído y ni poseía facultad vocal alguna. Al parecer, disgustado por tal hecho y por la cosa de que su nombre apareciese en la historia, se agarró como un clavo ardiendo a tal coincidencia, atreviéndose a pedirle una cita al compositor. Pero según sus allegados, Bernard era bastante ingenuo y por ello, muchas de sus historias eran producto de su descontrolada imaginación.

· Fondo musical para acompañar la letura: Sarah Vaughan - I got rhythm (George Gershwin) (https://www.youtube.com/watch?v=5G7UIeYGq0k)

16 de noviembre de 2012



En mi familia todo era demasiado exagerado. Cuando mi hermana Eva se sacó el título universitario mis padres organizaron una gran fiesta a la que vinieron hasta los conocidos más lejanos. Yo sabía que Eva era como era y que tampoco fue una estudiante ejemplar, pero a ella le pareció desproporcionada la alegría que mostraron nuestros progenitores. Los dos éramos conscientes de que papá y mamá no lo tuvieron fácil en su época, pero una cosa era la superación y otra bien diferente montar tales oropeles y de aquella manera para que todo el mundo se enterase de la brillantez académica de sus vástagos. No era para tanto, porque yo era más bien un estudiante discretito, aunque sabía que a mi madre le gustaba presumir ante sus amigas. Lo bueno de todo este asunto es que yo ya estaba prevenido de lo que me esperaba cuando saqué el bachillerato, porque ella, embargada por el orgullo maternal, se empeñó en que para tal ocasión yo me presentase a recoger el título con la elegancia característica de toda familia de bien. Mi padre, claro está, a pesar de su alegría procuró pasar algo más desapercibido, pero para mis compañeros fui lo mejor del acto académico ya que mi traje de pipiolo, y sobre todo mi clavel en la solapa, les resultó de lo más divertido porque en aquella época yo era punk.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Dead Kennedys - Too drunk to fuck (https://www.youtube.com/watch?v=l7TWLxCIgwE)

15 de noviembre de 2012



Desde que le conocí en el instituto, Casimiro siempre mostró una gran pasión por la música siendo para mí, además de mi mejor amigo, un verdadero gurú del rock. También era cierto que su padre trabajaba en una multinacional y cada vez que viajaba a Londres siempre le traía discos de los Kinks, Manfred Mann, The Animals, The Who y tantos otros. Además, Casimiro siempre llamaba la atención por las pintas tan modernas que gastaba. He de reconocer que yo quería ser como él, pero la modesta paga que me daba mi padre apenas me daba para comprar unas casetes vírgenes en las que grababa los discos que me dejaba mi amigo. Aún así tampoco me quejaba, ya que Casimiro me invitaba muchas veces a su casa para escuchar sus novedades discográficas en su tocadiscos, que era de una marca sueca de gran nivel. Pero Casimiro también fue un creador de tendencias que se adelantó a su tiempo. Aún recuerdo las risotadas de muchos cuando apareció la primera vez con aquellos auriculares, uno de los primeros modelos que salieron al mercado y que su padre había adquirido en uno de sus viajes londinenses. Ahí estaba él, enchufado a su magnetófono que llevaba metido en la cartera y consciente de las envidias que despertaba entre los compañeros, porque el podía ir caminando por la calle escuchando música, cuando nadie en aquella época se podía imaginar que décadas después se convertiría en algo habitual.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Kinks - Sunny afternoon (https://www.youtube.com/watch?v=pIKsHh3BFPI)

13 de noviembre de 2012



Martha y Frederick eran conscientes de las dificultades que conllevaba su vocación cuando dieron sus primeros pasos en una importante academia de arte dramático en Nueva York. Se habían conocido en las clases de interpretación de Zsigmond Szabolcsi estableciendose entre ellos una buena amistad. Pero, tras terminar sus estudios, volvieron a coincidir en pequeñas obras del Off–Broadway desempeñando ambos roles de escasa relevancia. Fueron pasando los años y Martha y Frederick seguían sin conseguir el papel de su vida, pero sus caminos se cruzaban una y otra vez sobre los escenarios, siempre con personajes de dos o tres frases. Un día Martha se presentó al casting para una película de ciencia ficción que iba a dirigir el afamado Roger Desmond, como también hizo Frederick. Y de nuevo volvieron a reencontrarse, pero esta vez harían dos personajes mucho más cercanos y sin diálogos, porque ambos serían la pareja que se besa al entrar en el gran cohete espacial en el que huyen los habitantes de una colonia lunar ante la amenaza de una invasión marciana. Su interpretación fue tan convincente que Desmond prolongó la toma unos segundos más, convirtiéndose en una de las escenas icónicas del film. Martha y Frederick participaron en las tres secuelas que se rodaron a continuación, hasta que decidieron abandonar el cine, cansados de hacer el mismo papel y con las mismas escafandras.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Lydia Kavina - Clair de lune (https://www.youtube.com/watch?v=Xn4TgYkqdi8)

12 de noviembre de 2012



Los tiempos que les tocaron vivir a Nicholas y Edna no fueron fáciles porque pese a sus anhelos, las circunstancias, casi siempre caprichosas, les empujaron a recorrer algún que otro camino zigzagueante. Pero, al igual que tantos otros, fueron sorteando los obstáculos de la mejor manera que pudieron. Y cuando Nicholas se asentó como vendedor en una tienda de electrodomésticos y la pequeña peluquería de Edna comenzó a marchar bien, tuvieron por primera vez la sensación de tener la suficiente seguridad para encarar el día a día. Además, era un matrimonio poco proclive a los excesos, lo justo como para llevar a los niños unos días de vacaciones a la playa y permitirse de vez en cuando una niñera para poder salir a cenar con los amigos. Nicholas tampoco tenía aficiones caras, salvo ver los fines de semana los partidos de béisbol por televisión. Y así fueron pasando los años, y sus hijos creciendo, hasta que el bullicio de siempre se convirtió en silencio cuando su quinto vástago se marchó del hogar. Ese día, el primero en el que se quedaban los dos solos, Nicholas quiso inmortalizarlo de la misma manera que aquella fotografía que se habían hecho 35 años atrás, de recién casados, cuando estrenaron la casa. Pero ahora era diferente. Él, con esa ligera sonrisa contenida, pensaba en su cercana jubilación y en que después tendrían todo el tiempo del mundo, y ella, quien en ese momento preparaba la mesa para comer, no quiso darle importancia a la ocurrencia de su marido, porque sabía que tarde o temprano vendría la algarabía de los nietos, como le solía pasar a casi todo el mundo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Louis Armstrong - We have all the time in the world (https://www.youtube.com/watch?v=RMxRDTfzgpU)

9 de noviembre de 2012



Desde que se conocieron en el instituto, Nino Bertone y Tarsicio Bonello se hicieron íntimos amigos por su temprana y común inquietud por el diseño de moda. Pero el incipiente aspecto sofisticado que empezaron a mostrar unido a su especial relación amistosa aumentaron, si cabe aún más, las habladurías entre los vecinos de su pequeña localidad natal, San Giovannello, algo que molestó de sobremanera a sus respectivos progenitores, ya que el de Nino era médico y el de Tarsicio notario. Por eso mismo, y dadas las escasas oportunidades y los respectivos desacuerdos paternos, decidieron abandonar Sicilia y emigrar a New York, donde estaban convencidos que podrían dar rienda suelta a su creatividad con total libertad. Y se cumplieron sus pronósticos, ya que, en poco tiempo, consiguieron ser conocidos, aunque principalmente por su gran sentido del humor, al imprimir un aire renovador y desenfadado a la seriedad predominante con su innovadora línea de calcetines para hombre que se salía por completo de la tendencia dominante. Sea como fuere, el fracaso no pudo borrar su sonrisa y, aunque hoy en día nadie sea consciente de ello, sus modelos de calcetines son los más codiciados en Manhattan.

· Fondo musical para acompañar la lectura: James Taylor Quartet - Blow up (http://www.youtube.com/watch?v=qtZefq51Y7I)

8 de noviembre de 2012



La tía Adeline tuvo un carácter complicado que, unido a su miopía y a ese leve pero sempiterno levantamiento de ceja, hacía que muchos de sus amigos prefiriesen tenerla a cierta distancia. Y no era para menos, porque sus actos, y dada su deficiencia visual, casi siempre afectaban al menos indicado. La tía era la secretaria de Milton Hopkins, ni más ni menos que el rey de la venta de coches en Cincinnati, como a él gustaba llamarse en sus anuncios publicitarios. Milton, que llevaba su profesión de comercial en la sangre, era un tipo simpático, lenguaraz y seductor que siempre trató muy bien a la tía Adeline. Pero ella, sintiéndose querida, confundió la amabilidad con el amor y no se le ocurrió otra cosa mejor que enamorarse de él. Los intentos de mamá y la abuela de hablar con ella, conocedoras de tal situación y por temor a que pudiese meterse en un buen lío, fueron infructuosos, ya que los celos hicieron que la tía acabase incrustando su máquina de escribir en el cráneo equivocado, el de una mujer a quien en aquellos momentos Milton enseñaba un Buick descapotable con demasiada cortesía. Luego, en comisaría, la tía supo que su mala puntería le supuso a la esposa de Milton doce puntos en la cabeza y a ella una elevada suma de dinero por daños y perjuicios.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Shirelles - Will you love me tomorrow (http://www.youtube.com/watch?v=LVNUd6J5CQA)

7 de noviembre de 2012



El undécimo seminario de musicología de la Universidad de Oxford fue el más controvertido de todos los organizados hasta aquel momento por el inusual hallazgo que presentó el distinguido orientalista y profesor Reginald Owens. Durante su ponencia desveló que, durante sus investigaciones en la biblioteca de Nueva Delhi, había encontrado los discos de pizarra que había grabado el Dr. Mortimer Woodsworth, el mayor especialista en música indostaní, y que se creían perdidos. Añadió después, que entre ellos había uno, fechado en 1927, que le había llamado poderosamente la atención por «la insólita arquitectura armónica de la propia melodía y la interpretación de carácter vanguardista llevada a cabo por el inquietante Shashinarayan Bhattacherjee», como había dejado escrito el Dr. Woodsworth en sus anotaciones. En ellas, según el profesor Owens, había un apunte más sobre el músico. El referido al pequeño incidente, justo antes del comienzo de la grabación, cuando a Shashinarayan se le rompió una cuerda al afinar su tampura y decidió tocar con las tres restantes. El escándalo estalló en la sala al afirmar el profesor Owenss que esa melodía era el verdadero origen de la música psicodélica, y que el tema que los Beatles habían hecho con violines, voces, efectos y medios técnicos, Shashinarayan lo había tocado medio siglo atrás con sólo tres cuerdas. Aún hoy en día continúa la polémica.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Beatles - Whitin you whithout you (http://www.youtube.com/watch?v=ljnv3KGtcyI)

6 de noviembre de 2012



Las aptitudes inventivas que mostró Hans–Jürgen Weissman en su adolescencia pronto le convirtieron en un vecino conocido entre los habitantes de la pequeña localidad de Hirnsberg. El hijo del relojero parecía que había heredado la precisión de su padre. Y fue, tras graduarse en Ingeniería Mecánica en la Technische Universität de Munich, cuando tuvo la gran idea de crear un vehículo asequible y económico para todo el mundo. Tras un arduo trabajo al que se entregó con entusiasmo llegó el gran día en que presentó su prototipo en público, entre el que se encontraban varios ingenieros de una conocida compañía automovilística que Hans–Jürgen había convencido para que viniesen hasta Hirnsberg. Pero, por las cosas del destino y contra todo pronóstico, significó el fin de su prematura carrera, al menos dentro del mundo del motor, no quedándole más remedio que emplearse en el negocio de su progenitor. Según varios testimonios, se alabaron las buenas intenciones del proyecto, porque un vehículo vendido por piezas de diferentes diseños permitía un modelo personalizado. Pero su ensimismamiento no le hizo caer en la cuenta del engorro que suponía el montaje. Aunque hay quienes han querido ver en este hecho la fuente de inspiración del fundador de una conocida empresa sueca de decoración.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Leo Monosson - Tango "by Markush" (https://www.youtube.com/watch?v=olWAvJU0ZWU)

5 de noviembre de 2012



La fama de lunáticos que se ganaron los hermanos Coolidge entre los habitantes de Farmington fue a causa de su temprana afición por el mar. Según cuentan algunos de sus compañeros de instituto, todo empezó cuando Benjamín y Jonas Coolidge descubrieron las novelas de Joseph Conrad a cuya lectura se entregaron con entusiasmo. Al parecer, su idea era ir a los mares del sur, por lo que, durante varios años, dedicaron todo su tiempo libre a planear con todo detalle su viaje. Pero al finalizar sus estudios, los sueños de surcar los mares resultaron no ser muy compatibles con los planes que su padre, Ambrose Coolidge, había previsto para ellos, ya que tendrían que hacerse cargo de la pequeña empresa familiar. Las cosas no estaban para perder el tiempo en caprichos absurdos, repetía el malhumorado Ambrose cada vez que sus hijos hacían una alusión marítima. Sea como fuere los años fueron pasando y, tras la muerte del progenitor, Benjamín y Jonas no sólo supieron mantener el negocio, sino que aumentaron las ganancias. Pero jamás pudieron abandonar la localidad que les vio nacer. Es por ello que, en plena madurez y viendo que las cosas iban bien, decidieron materializar las aventuras tantas veces recreadas en su imaginación acondicionando la mansión familiar. El hecho de ver a los Coolidge dando saltos en bañador cuando no sabían nadar y en un lugar como Farmington situado cerca del desierto de Nuevo México, hizo que sus conciudadanos les mirasen con un mayor recelo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Bobby Darin - Beyond the sea (https://www.youtube.com/watch?v=Mk9kUaxKl6k)

31 de octubre de 2012



Siempre he admirado a mi hermana Beth porque, a pesar del provinciano ambiente en el que vivíamos, fue capaz de salirse con la suya. Puede que esta afirmación resulte ridícula, pero si les digo que nuestro padre era un predicador metodista que nos educó bajo unas estrictas reglas morales, seguro que cambia su opinión. Recuerdo que hasta para mi madre la convivencia en casa era muchas veces difícil ya que, sin quererlo, se veía en el complicado equilibrio de tapar las travesuras adolescentes de sus hijos frente a la férrea voluntad de su marido procurando, al mismo tiempo, no destapar la caja de los truenos. Sí, mi padre fue un hombre rígido y autoritario y mi hermana Beth nunca se cortó un pelo para buscarle las cosquillas, lo que acababa en monumentales broncas, portazos y gritos. Como aquel día que me defendió a capa y espada cuando mi padre me sorprendió escuchando esa música del demonio, que era como calificaba todo sonido salido de guitarra eléctrica. Y yo tampoco me lo pensaba dos veces para cubrir a mi hermana cuando venía a casa algo aturdida y la excusaba diciendo que estaba cansada por las largas horas de estudio, cuando en realidad nos juntábamos con su amiga Rosalynd para fumar hierba.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Ventures - Pipeline (http://www.youtube.com/watch?v=s0z8S2ZjSmc&feature=related)

30 de octubre de 2012



Desde hacía algún tiempo a mi hermano Bob y a mi nos parecía oir extraños ruidos cuando estábamos solos en casa, que era casi siempre la mayor parte del tiempo, ya que nuestros padres dedicaban muchas horas a la pequeña ferretería que tenían en Eldridge Road. Como que también vivíamos en una modesta zona residencial no demasiado populosa, lo que en cierta manera propiciaba nuestra inclinación a pensar que aquellos extraños sonidos procedían del más allá. Bob decía que podía ser el espíritu de la abuela que venía a arreglar algún asunto que le quedó pendiente. Decidimos resolver el misterio con la cámara de fotos de nuestro padre, haciendo yo de cebo, mientras Bob, oculto detrás de un rosal, captaría el fenómeno, si es que era real, pulsando el cable que iba al botón del obturador. Puede que no sea exacto lo que les cuento, pero ¿acaso el ser humano no tiende inconscientemente a transfigurar los recuerdos, especialmente los más difusos, en su intento por recomponerlos? Quizá por eso me haya acostumbrado a que fuese real la silueta que vi, aunque tuviese el sol de frente, y que Bob, tras hacer la fotografía, corriese despavorido al interior de la casa. Por eso nunca he vuelto a hablar con él sobre este suceso desde que me contó su versión algunos años después. Comprenderán que era muy diferente a la mía.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Robert Schumann - Escenas de niños, op. 15, I. Von fremden Ländern und Menschen (Vladimir Horowitz) (http://www.youtube.com/watch?v=7lihXS3GLw0)

29 de octubre de 2012



Charles Bradley sorprendió a propios y extraños cuando de manera inesperada reveló su irrevocable intención de abandonar Inglaterra para comenzar una nueva vida en la India. Los que le conocían muy de cerca no daban crédito a sus palabras. Algo tenía que haber sucedido en su interior, pensaban, para que tomase una determinación tan drástica. Nadie se explicaba como Charles, que había nacido entre algodones y con todos los privilegios que le daba el hecho de pertenecer a una familia aristocrática de arraigada tradición, pudiese querer de la noche a la mañana abandonar la seguridad y la buena vida que le proporcionaba su ilustre posición. Él, que era uno de los miembros distinguidos del club White’s de Londres y uno de esos invitados imprescindibles en cualquier evento social y al que pretendían varias jóvenes de alta alcurnia por su condición de soltero de oro, hizo oídos sordos y se marchó en medio del estupor general. Hubieron de pasar unos cuantos años hasta que Malcolm Aldridge, uno de sus mejores amigos, desentrañase el misterio de tal audacia cuando decidió hacerle una visita y, tras pasar una larga temporada con él, regresase trayendo consigo la prueba, no sólo que Charles gozaba de buena salud, sino que proseguía entregado felizmente y con total libertad a su pasión por la vida contemplativa, la que años atrás había visto peligrar por un disciplinado y fatigoso puesto al que le había predestinado su progenitor en el banco familiar.

· Fondo musical para acompañar la lectura: John McCormack - I hear you calling me (https://www.youtube.com/watch?v=RcBwRD0VB9o)

26 de octubre de 2012



Osgood Foster III no fue consciente cuando falleció a los ochenta y tantos del profundo cambio que supuso su actitud dentro de la arraigada y larga tradición que su familia había mantenido religiosamente generación tras generación. Hay quienes comienzan a reivindicar su nombre, ya que fue el verdadero pionero de lo que fueron los principales movimientos juveniles que surgieron a partir de la década de los sesenta. Sea como fuere, el caso es que Osgood pertenecía a una estirpe multimillonaria que se había hecho así misma con el negocio del petróleo en Texas y muy relacionada con las altas esferas políticas y burguesas del estado que tenía, incluso, influyentes contactos con el senado. Pero el joven Osgood aborrecía toda esa pompa que envolvía la vida social de los suyos y que le parecía demasiado aburrida y superficial. Es por eso que, consciente del destino al que parecía predestinado y fiel a su vocación transgresora, se rebeló dándole un aire nuevo a su peinado, en el que algunos han querido ver la fuente de inspiración de Elvis Presley, para después irse a convivir con Elene, la hija del chofer de su padre porque, además de que era una gran mujer, su condición y su físico representaba todo lo contrario a las bellezas frías e insulsas de buena familia con las que pretendían su progenitores emparejarle por la cosa de los negocios.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Elvis Presley - Crying in the chapel (https://www.youtube.com/watch?v=00eUebsh68M)

25 de octubre de 2012



El profesor Marek Lewandowski supo que Tadeusz Kowalczyk era un niño prodigio cuando le impartió su primera clase de violín. Ese fue el principio de una fulgurante carrera que le llevó a actuar en los principales teatros europeos, cosechando un enorme éxito de público y de crítica que elogiaban unánimemente su virtuosismo que llegaron incluso a calificarle como el mejor intérprete de Henryk Wieniawski. Tadeusz, el hijo de un modesto administrativo de Lodz, gozaba de la gran admiración de las altas esferas políticas y culturales, lo que nunca pudieron imaginar ni él ni su familia cuando  estudiaba en el conservatorio de Varsovia. Pero la estresante vorágine de conciertos y la presión que ejercían sus entusiasmados seguidores pidiéndole cada vez más, hizo que aquella actuación de la noche del 20 de marzo de 1885 en el Teatro Nacional de Praga, fuese su última aparición. Tadeusz se había quedado paralizado sobre el escenario como una estatua, lo que generó infinidad de rumores y teorías. Con el paso de los días, tan sorprendente suceso se fue diluyendo en el olvido, al igual que su figura. Hasta que en 1917, el prestigioso musicólogo Pawel Wisniewski creyó resolver el misterio Kowalczyk cuando halló la única fotografía existente del violinista sacada segundos después de su colapso y que, tras un análisis minucioso, le llevó a afirmar que aquella noche la inspiración no le había abandonado, como sostenían muchos, sino que, simplemente, había salido de su cuerpo.

Fondo musical para acompañar la lectura: Henryk Wieniawski - Caprice for two violins, op. 18, nº 4 in A minor (David & Igor Oistrakh),

24 de octubre de 2012



Hacía una mañana muy gris cuando recibí aquella llamada que arrojaría un poco de luz a mí pasado familiar. Mi padre había fallecido. Recordé entonces el día que la policía rastreó cada palmo de los alrededores de la pequeña ciudad donde vivíamos, porque Richard, mi hermano mayor, había desaparecido sin dejar rastro. A mí nunca me contaban nada porque, decían, era demasiado niño para entender ciertas cosas, pero intuía que algo no iba bien entre mi padre y Richard. El día del funeral supe que la única persona que tuvo noticias de él, aunque esporádicas, fue mi madre. Como también supe que Richard no pudo soportar aquel asfixiante ambiente provinciano. Tras el sepelio, no quise estar con los allegados, que pululaban alrededor de una mesa llena de comida. Me dejé llevar por la inercia de saber más cosas y entré en el despacho. Allí, al escarbar entre los objetos de mi padre hallé la imagen que me ayudó a encajar el puzzle. Desde niño, Richard había tenido la inclinación natural a jugar con las muñecas de nuestra hermana. Después, en el instituto, tuvo problemas por su acusada sensibilidad. Mi madre siempre lo protegió ante la furia de mi padre quién, tras la monumental bronca que provocó la fuga de Richard, había cogido esa fotografía, que tenía sobre su escritorio, e intentó con rabia cambiar lo que era imposible, la realidad, tapando el espíritu protector de su mujer y dando un aire de masculinidad a su hijo.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Muggsy Spanier - Lonesome Road (https://www.youtube.com/watch?v=yqEwcGPO_UY)

23 de octubre de 2012



Boniface Troussard nunca había sentido tal impresión hasta aquel día en que, procedente de su Orleáns natal, descendió del tren y pisó por primera vez la estación de Austerliz para cumplir sus deseos de conocer la gran ciudad. El hecho de haber experimentado la sensación de la velocidad se unió al bullicio generado en París por la celebración de los Juegos Olímpicos que en aquel año de 1900 se hicieron coincidir con la Exposición Universal. El asombro desbordó a Boniface porque de una manera inconsciente se sentía que formaba parte del futuro, aunque en realidad fuese uno de los tantos que vivía maravillado por aquellos momentos. Es por eso que, cuando se dio cuenta de que el automóvil, pese a su incipiente producción, era aún un artículo de lujo para unos pocos privilegiados, decidió contribuir al progreso de su país ideando un medio de transporte alternativo, económico y asequible para todo el mundo. Tras intensos meses de trabajo y salvo por alguna que otra nota de prensa que informaba de manera sensacionalista sobre un importante número de contusionados que se produjo en apenas unas horas, poco más se supo de Boniface, salvo que, tiempo después, un tal Laurent Sevignac, conocedor de su malogrado ingenio, se le ocurrió reducir las ruedas y poner una puntera para frenar, obteniendo con ello un gran éxito, especialmente en el público infantil.

·Fondo musical para acompañar la lectura: Francis Poulenc - Sonate pour flute et piano (Jean-Pierre Rampal) (https://www.youtube.com/watch?v=t4whSBaeCiE)

22 de octubre de 2012



A James Boyd Potter siempre le ocasionó problemas el sempiterno flequillo natural que se obstinaba en elevarse hacia arriba cada vez que se quitaba su gorra, lo que le llevaba a tenerla puesta a todas las horas del día. A pesar de proceder de una familia muy humilde, su padre, un rudo descargador del puerto, y su madre, una incansable mujer que compaginaba las tareas del hogar con el arreglo de vestidos y trajes que hacía por encargo, inculcaron con firmeza a sus vástagos las reglas de la buena educación porque, según ellos, con ellas se iba a todas partes. De ahí que James Boyd, a pesar de que se dedicó a la delincuencia desde su adolescencia, siempre trató con cortesía a todo el mundo, hasta a quienes robaba. Pero lo que no pudo prever es que sus buenas maneras le llevarían a presidio, como sucedió la noche en que entró la policía en el almacén de licores que en esos momentos saqueaba con su banda. Al percatarse de que había personas, James Boyd, fiel a sus principios y de manera automática, se descubrió la cabeza para saludar sin darse cuenta, a causa de la oscuridad, de que eran en realidad agentes uniformados. Sin embargo éstos reconocieron al instante el fleco rebelde en el momento en que lo alumbraron con sus linternas. En ese momento comprobó una vez más lo que tantas veces le habían repetido sus padres, de que con buenas formas se va a todos los sitios.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Eddie Condon & his Foorwarmers - Makin' Frien's (http://www.youtube.com/watch?v=m3bJ-WU2gh0)

20 de octubre de 2012



En el colegio saqué muy buenas notas y después, en el instituto, aunque no fui un chico popular, obtuve bastantes matrículas de honor. Incluso me hicieron pruebas para saber si era superdotado, cosa que los resultados de los análisis confirmaron. Por ello mis padres, que se sentían muy orgullosos de mí, me dejaron elegir la universidad donde quería proseguir mis estudios. No sé muy bien por qué, pero me decanté por Harvard y allí, mientras mis compañeros se dedicaban a perder el tiempo en beber, fumar y ligar con las chicas, yo me encerraba en la habitación de mi residencia para llevar al día mis estudios. Gracias a esta táctica me gradué en astronomía y ciencias exactas con las notas más altas, lo que me convirtió en el alumno más brillante de mi promoción. Al día siguiente, tras recibir mi título, me llamaron de la NASA para trabajar en el departamento de robótica. A partir de ahí mi trayectoria profesional fue en ascenso, participando en múltiples proyectos y congresos internacionales, al mismo tiempo que me casé y fueron naciendo mis cuatro hijos. Ahora que estoy jubilado, les puedo asegurar que mi vida ha sido y es muy feliz ya que tengo buena salud y nueve nietos… Por las caras que veo, me da la impresión que muchos de ustedes esperaban otra cosa, pero yo tan sólo he querido corresponder a un chico que, en un pésimo inglés, me pidió con mucho entusiasmo que le contase mi historia para ponerla en no sé que página de internet. Les confieso que me extrañó al principio pero después me di cuenta que, una vez más, se había vuelto a producir la misma confusión de siempre. A estas alturas ya no me molesta, estoy más que acostumbrado a que la gente me pida que cante cada vez que les digo mi nombre porque, como comprenderán, el chasco se lo llevan ellos ya que, aunque también me llamo Mick Jagger y nacimos el mismo año, nunca aprendí música ni tuve una guitarra en mis manos.

· Fondo musical para acompañar la lectura: The Rolling Stones - Like a rolling stone (live) (https://www.youtube.com/watch?v=Zd8y_8tkmFA).

19 de octubre de 2012



La abuela de Maggie siempre había pensado que la juventud era muy incrédula porque sólo pensaba en emperifollarse para darse una noche frenética de baile y alcohol sin preocuparse por su futuro ni por los demás. Las ancestrales buenas costumbres parecían haber desaparecido y la anciana señora decía que los libros de Scott Fitzgerald tenían parte de culpa, sobre todo aquel cuyo título, “Hermosos y malditos”, tenía un carácter proverbial. Al menos es lo que pareció detectar en el comportamiento de su nieta que, lejos de seguir los sanos y arraigados hábitos de siempre, se dejó llevar por el desenfreno y el frenesí de la época y en lo que, según ella, tuvo mucho que ver su relación con Charles Dickinson, un joven perteneciente a una decadente familia aristocrática que había perdido el norte. Por ello, en opinión de la octogenaria, habían recibido un castigo divino el día en que anunciaron su enlace matrimonial ya que hubo algo del más allá que trató de borrarlos del mapa. Sea como fuere, unos meses más tarde, por las causas naturales de la edad, la muerte se encargó de hacer desaparecer a la abuela de la geografía, como varias décadas después también se llevaría a su nieta y a su flamante marido.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Dmitri Shostakovich - Jazz Suite nº 2: Waltz 2 (http://www.youtube.com/watch?v=ZYhZVqODYsI)

18 de octubre de 2012



Mi primo Fritz siempre quiso ser un dandi. Su escasa afición por los libros aumentó esa temprana vocación a la que se entregó desde el momento en que tuvo conciencia de la transformación que sufría su organismo cuando entró en la adolescencia. A la incipiente salida del bigote se unió su buena forma física, ya que las horas que no se pasaba haciendo posturas ante el espejo las dedicaba a hacer deporte. Yo aún era demasiado niño para comprender esas cosas pero, por lo que contaba mi tía a mis padres, el primo era un hombre inteligente que tenía mucho éxito con las chicas y que por eso mismo la hija de un importante empresario del acero se había fijado en él, lo que le llevó a contraer matrimonio y a abandonar Munich para empezar una nueva vida en New York. Aunque ahora, después de tanto tiempo, tengo la certeza de que eran las exageraciones típicas producidas por el orgullo de una madre de clase media a la que se le subieron las ínfulas por la cosa de codearse con las altas esferas gracias al braguetazo de su vástago. Como también estoy seguro de que la tía nunca supo la verdad sobre el primo Fritz ya que, además de ser un tipo simpático y narcisista, era en realidad un caradura y un inútil que se dedicó a hacer todo tipo de tonterías con tal de matar el aburrimiento porque, aunque vivía de su mujer, no perdía la ocasión de pavonearse si detectaba presencia femenina a su alrededor. Lo peor, según supe mucho después, fue el día que salió de su ensimismamiento vital cuando se dio cuenta de que los años también pasaban por él. Aún así se resistió a aceptarlo, aunque ya no pudiese hacer piruetas ni tirarse de cabeza a la piscina.

· Fondo musical para acompañar la lectura: Comedian Harmonists - Wochenend und sonnenschein (http://www.youtube.com/watch?v=-ey9wYTOgew)