22 de mayo de 2014
Lo hicimos. El plan. Nuestro grandioso plan. Con el que íbamos a cambiar el curso de la historia. El que mi amigo Héctor y yo habíamos pergeñado desde hacía tiempo con mucho detalle. Pero claro, lo tuvimos que llevar a cabo con la más absoluta discreción, para que no se enterasen nuestros padres. Es lo que tiene el inconveniente de ser hijos de diplomáticos, porque hay que guardar las formas. Aunque veces demasiado, como cuando viene el embajador del Japón y se nos atraganta el protocolo con tanta reverencia. Pero también era cierto que nuestra posición nos permitía acceder a información privilegiada al alcance de unos pocos mortales, sobre todo cuando mi padre se excedía con los Dry Martini. Ello nos dio rienda suelta a nuestra ambición. Y aquella mañana de noviembre pusimos en marcha nuestro maléfico plan. Es así como comenzamos, con nuestros pequeños veleros a sotavento, la invasión del Pacífico.
· Fondo musical para acompañar la lectura: Aaron Copland - Fanfare for the common man (https://www.youtube.com/watch?v=zEro8pG0hiE)