Cuando conocí al señor Wilkinson era ya un
hombre avejentado y abatido. Él, que había sido uno de los pioneros de
la era espacial se hallaba hoy en día sumido en el olvido y en la
incomprensión. Me contó que él fue el verdadero inventor del traje
espacial. Pero que aquello fue un monumental fracaso que terminó con su
carrera. Desde su retiro en Sterling, Colorado, nunca dejó de
preguntarse que es lo que había fallado.