27 de febrero de 2012



Al fin Soren Hansen tuvo una idea para acabar con ese temor que le había perseguido durante años de si era cierto aquello de que la cámara quita una parte del alma a esa persona a quien se retrata. Por ello recurrió a los fotógrafos Jorgen Owe y Anders Nielsen para llevar a cabo el experimento. Anders tenía que captar el instante en el que Soren era fotografiado por Jorgen. Al ver después la instantánea, Soren comprobó que tanto él como Jorgen y la cámara seguían en el mismo lugar y sin que hubiese sucedido nada extraño. Entonces Soren se palpó a sí mismo y suspiró profundamente. A partir de ese día llevó una vida mucho más sosegada en Aalborg hasta que murió, ya muy anciano, en un soleado día de otoño.