28 de febrero de 2012
Al señor Woods le fotografiaban siempre utilizando un trípode porque su sorprendente quietud podía poner de manifiesto si un fotógrafo tenía mal pulso. Al fin y al cabo, fueron cuarenta años dedicados a estar vestido de jefe indio en la puerta de un conocido restaurante de Tulsa, Oklahoma. Dicen que la fuerza de la costumbre deja mella y, en el caso del señor Woods, fue así. Tras jubilarse, continuó estando de pié como una estatua, día tras día, ante la puerta de su casa, absorto en sus pensamientos. Pero ahora con su traje, su sombrero y su bastón. Y en silencio, como era su costumbre.