26 de junio de 2014
Supimos que la situación era extrema cuando llegamos a nuestro destino y nos cruzamos con los pocos supervivientes del octavo regimiento de infantería que regresaban, exhaustos y maltrechos, del frente del Este. Formábamos un comando de élite al que le habían encomendado la arriesgada misión de internarse en territorio enemigo y volar los puentes de las principales vías de comunicación con el objetivo de detener el avance de las tropas enemigas. Sé que puede sonar a locura, pero había momentos en que podíamos sentir el peso de la historia recorriendo nuestras entrañas ya que el éxito de nuestra intervención podía cambiar definitivamente el curso de la guerra. Por ello, aquella tarde, antes de partir y siendo conscientes de que había muchas posibilidades de que no regresáramos vivos, nos hicimos la fotografía de rigor, como todos los viernes. Y una vez más, como siempre, volvió a aparecer el idiota de Klaus, el celador del sanatorio, truncando por enésima vez la misión con sus payasadas justo en el momento en el que Hans apretaba el disparador de la cámara. Durante muchos años tuvimos la sospecha de que Klaus podría ser un agente infiltrado, como también nos parecían extrañas las noticias que nos daba del frente diciendo, sin disimular su sonrisa, que todo seguía igual. Siempre nos olimos que algo nos ocultaba aunque jamás conseguimos saber lo que era.
· Fondo musical para acompañar la lectura: August Batzem - Wenn wir marschieren (https://www.youtube.com/watch?v=edw73c8gB9s)