No
sabía muy bien que significaba eso, pero si les digo la verdad, cuando
lo descubrí, me fascinó y me convertí en uno de ellos. Eran los tiempos
de libertad en San Francisco y yo, que apenas había cumplido 20 años,
llevé mis ideas hacia extremos radicales. Además, todo aquello llevaba
un aliciente que cautivó de sobremanera a nuestra generación porque la
cosa consistía en tirar por tierra todo
lo establecido, incluso yendo aún más lejos, cuestionar lo que dictaba
la tradición, el conservadurismo, o como mis padres decían, las cosas
hechas como Dios manda. Sabía, y como así sucedió, que mi padre no sólo
no comprendía nada, sino que me reprochó muchas veces mi pérdida de
tiempo y de dinero. Pero yo era consciente de que no podía esperar
alentadoras palabras de un hombre cuya sensibilidad sólo se manifestaba
ante el niquelado de un parachoques, por la sencilla razón de que era
vendedor de automóviles. No, no me entiendan mal, jamás se lo reproché y
además me daba igual. Yo era conceptual, como muchos de ustedes se
habrán imaginado, y mi padre, simplemente, detestaba mis fotos, tanto
como el único retrato que le hice.
· Fondo musical para acompañar la lectura: John Cage - Six melodies for violind and keyboard (http://www.youtube.com/watch?v=i5ssRFrgF2k&feature=relmfu)